Solo le falta un alambre de espino, una llamita y tipografía gótica a este dibujo para convertirse en viral.
Está pasando (o por lo menos yo noto) que hay una tendencia muy rara a romantizar la violencia como pilar fundamental de cualquier cambio, como si la única herramienta que poseyéramos para cambiar el mundo son pedrolos, navajas, puños americanos, cocteles molotov y esas movidas, me parece que es acotar demasiado todo lo que significa el antifascismo. Incluso me parece que es aplicar a este movimiento una fina capa de masculinidad tóxica, de esas de las películas de acción americanas, donde las hostias llueven cual maná y los efectos especiales son lo más importante.
Con esto conseguiremos únicamente que en algún momento dado las calles se llenen de violencia sin ningún respaldo ideológico, solo porque ellos son malos y nosotrxs buenxs, sin saber por qué, como si un dogma de fe se tratara.
“Agitemos, que algo sacaremos” me dijo mi mamá.
PD. Reconozco haber pecado de hacer lo que critico en este post. Lo considero un error, me equivoqué, lo volveré a hacer cuando me crispe.
El otro día iba dando un paseo mientras llamaba a un amigo por teléfono.
Salió el tema del malestar de la gente, de la tensión que hay… Realmente creo que hay un enorme factor de bandos y de revancha, veo muchas banderas y me asusta mucho, porque al final no dejan de ser alfombras donde esconder mierda.
Cuando se construye un edificio sin buenos materiales y sin cimentación, con un pequeño movimiento que haya en la tierra empiezan a salir grietas, me parece un enorme fallo que en vez de demoler el edificio y construir uno de nuevo, nos empeñemos en pintar la fachada de uno u otro color. Este sistema está roto y eso no se arregla con una mano de pintura.
Un beso
Vuelve la chapistería, tenía este dibujo desde hace un tiempo y aunque no es de mis favs tiene un mensaje que considero importante.
Día mil de confinamiento, yo personalmente me subo por las paredes. Poco a poco he adaptado mi rutina a la convivencia con otras 5 personas en una casa no demasiado grande.
Por lo menos me sirve el alivio pensar que, en primer lugar, esto acabara en cuestión de semanas, en segundo lugar, que estoy haciendo lo que creo que está bien y por último, no tener que preocuparme por si voy a comer mañana o no, quieras que no es un factor clave.
No puedo evitar pensar en que sería de esta cuarentena si no tuviera asegurada alguna de estas premisas. Me imagino este escenario pensando que se va a acabar dentro de años o que es fruto de un error de mi pasado, de determinadas circunstancias que me han llevado a estar en esta situación o simplemente por defender algo que consideraba moralmente justo…
La verdad es que me cuesta plantearme un escenario tan duro.
Se me presentan muchos interrogantes y creo que me derrumbaría en el primer momento si esos pensamientos fuera una realidad. Creo que a mí el sistema penitenciario que tenemos no me mola un pelo; tampoco me molan los CIEs.
No es que lo crea, estoy seguro de que no me mola. En general, no me mola cuando no hay ninguna alternativa para hacer algo, sea la situación que sea. Creo que el que no exista esta alternativa, nos convierte en pequeños dictadores y pienso que este es un peligro al que nos hemos adaptado, otro más que hemos introducido en nuestro bloque de hormigón de conceptos precocinados…
Pues de eso va un poco esto: de plantearse con empatía otras situaciones, de replantearse hasta qué punto ha fraguado dentro de nosotros este bloque de conceptos que se dan por normales, de no afianzar como rutinarios los enormes fallos que tiene el sistema, de ser consciente (hablo en singular) que tengo demasiados privilegios (como si en algún momento hubiera una cantidad de privilegios buena y la existencia de uno solo no pusiera en evidencia una clara desigualdad…)
En mi opinión muchas veces castigamos a la víctima o al defensor de esta. Supongo que esto pasa porque vivimos en una sociedad injusta, con personas que, a sabiendas de ello, miran (miramos) para otro lado, y que ahora lo tienen (tenemos) más fácil.
Me asomo a la ventana, respiro. Nunca antes había sentido la necesidad de asomarme a la ventana de esta manera. Es curioso pensar en el contraste de las noticias de hace unos meses y las de estos días.
Hace unos meses los focos se ponían, al igual que hoy, en las ventanas y balcones de nuestras casas.
Hace unos meses se nos dijo que colgáramos de nuestras fachadas cachos de tela, todo se llenó de telas, algunas calles con más, otras con menos, algunas fachadas se tornaron policromáticas de la noche a la mañana, otras en cambio siguieron igual.
Las banderas poco a poco se habían ido transformado en cortinas, que siempre estaban cerradas, siempre nos impedían ver fuera de nuestras casas. Esas cortinas se fueron convirtiendo en muros, habíamos tapiado nuestras ventanas.
Hoy las noticias tienen los mismos factores, pero una diferente composición: personas, cachos de tela, ventanas y balcones. Las ventanas se han convertido en nuestro único modo de escape a un confinamiento que se hace asfixiante, los cachos de tela que usábamos de cortinas ideológicas y que mantenían nuestros hogares cerrados herméticamente no nos sirven de nada ahora que lo que necesitamos es ver más allá de nuestras cuatro paredes.
La tela ahora solo nos sirve para ponerla en nuestra cara, ocultando así muecas por la angustia que nos genera ver como poco a poco este enemigo invisible (usando este maldito lenguaje militarista que se ha instalado en los medios de comunicación) nos va cercando y no podemos hacer nada.
Los cachos de tela que se nos dijo que era lo que nos mantenía a salvo, solo nos dividían, esas cortinas eran muros, habíamos tapiado nuestra visión del exterior, que ingenuos habíamos sido.
Ahora que lo que la historia nos exhorta es ver al vecino como miembro de una misma especie, ahora que el ojo del estudiante de dentro de siglos está juzgando nuestro comportamiento, en vez de salir a las ventanas estamos volviendo a cerrar las cortinas, a internarnos en nuestras cuevas.
No sé si os habéis fijado, pero cuando una especie que se ha convertido en plaga nota una amenaza para su existencia, cada individuo de esa plaga corre a refugiarse en su madriguera, agujero, cueva, nido, hogar…
Es curioso, creo que lo que hace a una especie convertirse en plaga no es nada más que el hecho de que los individuos que la conforman pierdan la conciencia de formar parte de algo más grande que ellos mismos, de una especie. Es el individualismo lo que nos convierte en plaga.
Estos días en los que te falta el aire, mira tu ventana, igual tienes un muro que impide que corra el aire. La plaga comienza en tu casa, en tu calle, en tu ciudad, en tu país, en los cachos de tela que hacen que no veas el enorme conjunto del que formas parte.
M.B.
Mientras que normalizamos que las calles se llenen de militares y policías, que cada día los abusos de autoridad se vuelvan algo recurrente, preguntémonos el porqué de esta situación.
En mi opinión no es más que una limpieza de cara, una campaña de relaciones públicas, para justificar el gasto militar en detrimento de la inversión social.
Una campaña que hace que el lenguaje militarista (“la guerra contra el Covid-19”, “los médicos en el frente de batalla”, “el personal sanitario trabajando en primera línea de guerra”…), la presencia diaria de militares en las calles, el continuo espionaje vecinal y chivatxs en los balcones, acabe siendo mirado como algo positivo o heroico, cuando no lo es.
Seamos sincerxs, el gasto militar es un gasto, nada más, para la persona que estará leyendo esto jamás retornará un solo céntimo del dinero que se puso en ese enorme hoyo que nuestra sociedad del “bienestar” llamo seguridad.
Sin embargo, al lector de estas palabras, debe quedarle una cosa clara, cuando la cuarentena acabe y empiece la auténtica crisis, la económica, ¿cómo afrontará el estado la oleada de personas que sin haber salido de sus casas, de pronto, son pobres? ¿con balas? ¿con hurras, VIVAS a España, con la cabra de la Legión? Me cuesta imaginarlo. ¿A quién protegen las fuerzas de seguridad?, ¿cuántas vidas salvan?, ¿cuántas vidas salva un/x médico? ¿cuántas un/x enfermerx? Hagan cuentas, para mí las respuestas son claras y contundentes.
No seamos ingenuxs, la militarización de la calle solo responde la justificación de un crecimiento del gasto militar en detrimento de la inversión social. Nada más. El resto de relatos, en mi opinión son pura habladuría.
Un beso
Colaboración con la compi @ladegirona_ echad un ojo a lo que va a subir ella.
No dejes que nadie te quiera mal.
‘Mis colegas valen oro’