El 4 de Julio es conocido por traer a los americanos juntos alrededor de una barbacoa. El olor a perritos, los banderines americanos y los fuegos artificiales absorben la atención de todos, haciendo olvidar viejas peleas y divisiones entre demócratas y republicanos, entre universitarios y empleados de fábrica, gente del campo o de la ciudad, etc.
Pero este 4 de Julio fue distinto, porque hace años el mundo no veía unos Estados Unidos tan agrietado. Estamos ante un hecho fascinante en la historia, aunque en la era Trump esto se está haciendo recurrente; un hombre no solo síntoma, sino también causa de esta brecha.
Trump llegó al poder hablando por esa gente que sentía que el sistema estaba en su contra, prometiendo drenar de Washington todas las elites y lobbies que sirviesen solo a ellos mismos, y así América volvería a ser grande. Pero su política no está dando resultados, y hoy, a 5 meses de su asunción, Trump preside un escenario político incluso más peligroso que el que heredó. Aunque sus votantes sigan a pie de batalla defendiéndole contra todo, los resultados no llegan, y el optimismo empieza a desaparecer.
Pero la fe en los políticos desapareció para muchos hace tiempo. El sistema americano se ha convertido en una “vetocracia”[1], un enredo de intereses y responsabilidades en conflicto que impiden avanzar casi cualquier reforma ambiciosa. Y aunque Trump haya correctamente identificado áreas donde EEUU necesita cambiar, sus palabras, en parte por su ego incontrolable, no traen soluciones. Tomemos el sistema de impuestos como ejemplo. Para cualquier entendido de política fiscal, el sistema americano es desastroso, lleno de agujeros y complejidades. Pero los planes de Trump muestran todos los signos de resultar en más recortes para la clase alta. O el sistema de salud, donde, en vez de reformar Obamacare, los republicanos están intentando pasar una reforma que dejará sin seguridad social a 22 millones de americanos.
Los riesgos de la era Trump ya están claros en la política exterior, y el liderazgo americano lo está sufriendo. El acuerdo Trans-Pacífico podría haber asegurado mercados más libres en Asia, y reforzado sus alianzas militares. Él le cerró la puerta. Y su rechazo al acuerdo de Paris solo nos muestra que Trump no ve al mundo como un foro donde las cosas se solucionan juntos, sino como una arena donde todos compiten por la ventaja.
El 4 de Julio es un día para recordar aquellos que renovaron los Estados Unidos, que trajeron esperanza y cambio positivo a base de esfuerzo y oportunidad como el New Deal de FDR o el “Yes we can” de Obama. Mientras tanto, construyamos un muro y miremos el twitter.