‘Historias de un iluso’ es una colección de pequeños relatos, dedicada a las vivencias mundanas.
¿Quién no ha tenido un plan que no salió como le hubiera gustado? Pero… ¿y quién no ha tenido un plan que terminó siendo mejor de ese modo?
Desde la infancia nos inculcan una cultura de la organización, atada al reloj. Un maniqueísmo que entiende el bien como cumplir un propósito en un espacio temporal determinado, y el mal como salirse de ese espacio. En realidad, es un graso error: salirse de ese espacio temporal no tiene que significar algo malo. Así como hay momentos que criticamos no cumplir horarios que nos establecemos a nosotros mismos, otras veces es necesario. Unos esperan a que lleguen los demás, otros llegan cuando ya están todos. Más cómodo lo segundo, más educado lo primero.
Hay veces en las que lo tienes todo preparado para conseguir un momento para el recuerdo y acabas teniendo un momento para el olvido, y todos sabemos que un mal momento necesita el doble de buenos momentos para poder dejarlo de lado.
Pero, precisamente hay momentos para el recuerdo que vienen de “fallos,” de un cambio de rumbo en lo planeado. Qué sería de ese beso de despedida si no lo diéramos – o nos lo dieran – cuando pensábamos que con un “hasta luego” bastaba, o de esas fotografías sin acordarnos de lo regular que era nuestro plan hasta que improvisamos.