Este fin de semana, Madrid se convirtió una vez más en el escenario de una historia llena de extraterrestres, libertad sexual y estupendas actuaciones musicales gracias a la representación en el Teatro Arlequín de Gran Vía de la obra de Dylan O’Brien, Rocky Horror Show
Los 70 fueron tiempos de liberación en todos los sentidos. Cayendo en el cliché, tiempos de drogas, sexo y rock and roll, de despertar para las mujeres y de inicios de visibilidad para los homosexuales, de dejar atrás los estigmatismos y dar paso a la revolución. The Rocky Horror Picture Show se estrenó por primera vez a finales del 75 y representa todo esto y mucho más. Tan solo un año después, fue adaptada a la gran pantalla por Jim Sharman y desde entonces, se ha convertido en una obra de culto y en una pieza imprescindible de la cultura pop del siglo XX.
Son muchos los seguidores de esta obra maestra y muchas las veces que la historia se ha vuelto a subir a los escenarios en estas cuatro décadas, pero hoy venimos a hablar de la versión del director Pedro Entrena, que se estrenó este fin de semana en el Teatro Arlequín y de la que se podrá aún disfrutar los días 5 y 6 de Julio, coincidiendo con la Semana del Orgullo LGTB en Madrid.
Durante la hora y media que dura la obra podrás adentrarte en el viaje de ensueño (o de pesadilla) que viven Brad Majors (Paris Martín) y Janet Weiss (Sonia Nández) al quedarse tirados en la carretera en una noche de tormenta y tener que refugiarse en un misterioso castillo al mando del doctor travesti Frank’n’Furter (Javier Godino).
Si eres virgen en lo que a ver este show se refiere, te sorprenderá gratamente la participación del público (propia de todas las representaciones de la obra), que será invitado a interactuar con los actores mediante comentarios y props (utensilios) que se repartirán al inicio de la obra. No ha decepcionado a los fans en este sentido, que se encontraban satisfechos y entregados cubriéndose con sus periódicos durante la lluvia (porque llueve de verdad) y rebautizando a los protagonistas como “puta” y “gilipollas”.
Lo mejor es la brillante actuación de Javier Godino, que logra no solo hacernos reír sino también emocionarnos, así como los espectaculares números musicales, de una destacable calidad escénica y que no dan tiempo a aburrirse.
Sin duda, una obra que merece la pena ir a ver y que no deja indiferente, seas fan o no del original, y que no ha podido elegir una mejor fecha para volver a la capital. Si tienes un hueco entre celebraciones del Orgullo, este es definitivamente tu plan.
Artículo escrito por Marta Nieto Loza