Llamo a todos mis fracasos
lecciones, a todos mis aciertos
pasiones; juntos, los llamo
recuerdos: para no olvidar.
Satisfecho o no de las consecuencias,
toda causa tiene importancia
por haberme llevado
a ser lo que siempre quise
de la manera que nunca pensé.
Pierdo más que gano, esto
se debe a que la vida es intento
antes de ser éxito.
Mis victorias tienen más peso,
no por bien o alegría, sino
por los partícipes en ellas.
Para llegar a esta conclusión
os invito a dejar de otorgar la
responsabilidad del fracaso
a los demás
y del éxito a vosotros.
Mis victorias son culpa de los demás,
yo soy responsable de mis fracasos.
Quiero decir con esto
que debemos
acordarnos de aquellos
que nos dieron
la mano y
responsabilizarnos más
de los fallos, cuya culpa
solemos otorgar a los demás.
Éxito es unión, fracaso es ser uno.
Éxito es perdón a pesar del orgullo,
fracaso es rencor a pesar del amor.
Este mundo sería mejor con menos
«amnésicos» y más «pacientes»,
pues yo defiendo
perdonar sin olvidar;
mientras otros se dedican
a la soledad que conlleva
olvidar sin perdonar.
Gracias a una libreta que encontré en mi caja de material que utilicé otros años, me encontré con esta pequeña reflexión. Para mi sorpresa, formó parte de mi pasado en Phrasalart. Fue una época de gran sacrificio mental, por estar a un paso de lo que hoy estoy haciendo y a otro (para atrás) de que eso no fuera suficiente. Cada uno tiene su manera de escapar del ajetreo, del cotilleo y del esfuerzo. Para mí, siempre ha sido el deporte, los amigos, los animales…pero nada como escribir. Si leer posibilita viajar a otros mundos, escribir es la mejor manera de conocer tu mundo. Escribir permite hacer inmortales paisajes, personas y animales; pero también permite a los recuerdos huir de lo efímero. No os voy a imponer la escritura como herramienta primordial para afrontar todo en esta vida, pero sí que os voy a pedir que nunca dejéis de hacer lo que os gusta por miedo o por el qué dirán.