Gracias al mayor compromiso que hemos ido adquiriendo con el medio ambiente, pequeños gestos como separar los residuos o reducir la cantidad de envases que utilizamos forman ya parte de nuestra rutina pero ¿nos hemos parado a analizar nuestro armario?
No es ningún secreto que actualmente vivimos en el mundo del fast fashion, cada vez las marcas tienen más colecciones y no es de extrañar que en tiendas como Zara o Mango nos sorprendan con nuevas prendas cada quince días. Sin embargo, todo esto implica una aceleración de los procesos de diseño, fabricación y logística, lo que a su vez tiene consecuencias muy negativas no solo para sus trabajadores sino también para el medio ambiente.
Por mucho que nos guste estar a la última y no repetir ningún modelito, la industria de la moda tiene una cara B que a diferencia de su fachada, es muy poco elegante. Por ello, me gustaría arrojar un poco de luz sobre este asunto y crear una mayor concienciación sobre el consumo descontrolado de ropa.
La moda es la segunda industria más contaminante del mundo, siendo el petróleo la única capaz de hacerle sombra, pero ¿por qué?
La mayoría de los materiales que se utilizan actualmente para su producción consumen una gran cantidad de recursos y no son biodegradables, por ejemplo el poliéster, una de las fibras más empleadas en esta industria tarda aproximadamente 200 años en descomponerse.
Sin embargo, las fibras naturales, como puede ser el algodón, tampoco están exentas de este mal, pues se trata del cultivo que más plaguicidas consume del mundo.
Asimismo, esta industria es responsable de la emisión de 2.100.000 toneladas de CO2 anuales, lo que equivaldría a un 10% del total de las emisiones de dióxido de carbono.
Otra de las consecuencias del fast fashion es el consumo de agua y su contaminación. Para la creación de una camiseta básica de algodón se emplean de media unos 2.500 litros de agua, mientras que con los pantalones vaqueros esta cifra asciende a 10.000. Por ende, para la fabricación de una vestimenta completa se consumen entre 14.000 y 11.000 litros de agua, todo ello sin tener en cuenta el posterior gasto de este recurso durante sus lavados.
Por otro lado, la huella de carbono de una prenda de ropa no se limita únicamente a su fabricación; también debe tenerse en cuenta que al producirse la mayoría del textil en Asia se produce un consumo extra en los procesos logísticos.
Operación ‘Detrox’
No obstante, el problema se extiende mucho más allá del consumo de recursos naturales o energía. En 2011 Greenpeace comenzó el proyecto Detox, una campaña para eliminar las sustancias tóxicas de los procesos de producción de ropa. Para ello, la ONG analizó 141 prendas de las principales marcas de moda. Entre los resultados obtenidos cabe destacar que un 63% de estas prendas contenían NPE (etoxilatos de nonilfenol), una sustancia que actúa como disruptor hormonal, y ftalatos, otro componente que puede presentar aminas cancerígenas.
El problema principal de la presencia de estas sustancias tóxicas en la ropa es que ya sea por medio de los vertidos de aguas residuales de las fábricas o su lavado en nuestros hogares, dichos componentes acaban en nuestros mares y ríos. Por consiguiente, estas sustancias terminan acumulándose en los tejidos de los peces e incluso en los nuestros.
A todo esto se le suma el elevado consumo textil actual. Nuestra sociedad consume un 60% más de ropa que hace 15 años y se calcula que la conservamos la mitad de tiempo. Tan solo en España, de media, se compran unas 34 prendas por año. Del mismo modo, se fabrican un total de 150.000 millones de prendas al año, de las cuales un 30% no llegan a venderse y acaban en los vertederos o incineradas.
Como consumidor, ¿qué puedes hacer?
Mucho, aunque no lo parezca, pues al final son los consumidores quienes pagan y por tanto, quienes tienen la capacidad de presionar al vendedor. Si todos nos negásemos a comprar ropa que ha sido fabricada de forma poco ética las marcas cambiarían sus métodos de fabricación. No se trata de un proceso fácil, pero sí que podemos hacer pequeños cambios que nos ayudarán a contaminar un poco menos.
Las tiendas de segunda mano, ya sean online o físicas, son una muy buena alternativa, puesto que le estaríamos dando una segunda vida a una prenda de la que alguien se iba a desprender. Algunos ejemplos son las webs y aplicaciones: Vinted, Chicfy, Depop o Ebay.
También existen marcas dedicadas plenamente a la venta de prendas de ropa sostenible y con proyectos medioambientales muy interesantes. Entre todas ellas cabe destacar:
Reformation: Una propuesta sostenible que llega desde California, con un estilo personal y muy a la moda. Esta marca rompe completamente con el estereotipo de que la ropa reciclada es fea. Lo mejor de su web es que en la sección about el cliente puede informarse sobre la trazabilidad de sus productos.
People tree: Se trata de una marca muy chic con un corte más maduro que Reformation. Al igual que la web anterior, los compradores pueden conocer todo sobre la marca en la sección our story.
Ecoalf: Innovadora por su inversión en I+D para poder fabricar ropa a partir de toda clase de materiales reciclados. Destaca por su proyecto Upcycling the ocean en el que se unieron con los pescadores de las costas españolas para recoger basura del mar y convertirla en textil.
Hemper: Marca especializada en accesorios que se caracteriza por la fabricación de mochilas con cáñamo, aunque también trabaja con materiales reciclados.
Apenas acabamos de empezar a tener un poco de conciencia medioambiental y está claro que el gran gigante de la moda no va cambiar de un día para otro, pero poco a poco podemos encaminarnos hacia una transformación final. Como expone el dicho popular: solo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta de que no puedes comer dinero, o en este caso, ropa. En manos de todos nosotros queda decidir si vamos a destruir nuestro planeta por algo tan superficial como ir a la moda.