Os aseguro que la luz brilla con más fuerza cuando no la has tenido a tu alcance por un tiempo. Por desgracia, somos seres caprichosos que no aprecian lo que tienen hasta que lo pierden. Para mí, los momentos en que las cosas no marchan por más que te esfuerzas y parece que no vas a conseguir “salir del pozo”, se ven representados fielmente por la oscuridad. Son esos momentos los que te hacen apreciar las cosas más insignificantes, reflexionar y actuar en consecuencia. Porque puede que estés cayendo al vacío por un empujón, pero quien tiene que subir a la superficie de nuevo eres tú. Hasta que no caemos, no aprendemos. Unos aprenden de pasadas caídas, otros siguen sin poner las manos ni siquiera para que el golpe sea menos duro.
La oscuridad es la nada coloreada de fracasos y remordimientos. Es el bastión del orgullo y de la venganza, por ello cuesta tanto salir. Para salir de ella hay que asumir los errores o dejar atrás el daño, dos cosas que al ser humano no se le suelen dar bien. Valora la mano que te guíe mientras tú estás a ciegas, porque la persona que te la ofrece habrá visto lo peor de ti, y sigue apreciándote. Muchas veces, para ver la luz hay que decir adiós a personas que una vez lo fueron todo para ti y, ahora, están provocando que no puedas estar bien. Normalmente, el camino hasta la luz no tiene ayuda alguna, pues es tortuoso. Nadie se siente cómodo reconociendo sus errores, ya que tienes que tomar decisiones y andar con cuidado para no tropezar de nuevo. La luz te la pueden dar personas o lugares, pero ambos significan un nuevo comienzo.
Sonará repetitivo, pero dejar de luchar, no siempre significa rendirse; a veces, puede significar que aprendiste a no malgastar tus fuerzas en algo que no sirve para nada. Es mejor quedarse con el recuerdo de los buenos momentos, que dedicar tu vida a intentar repetirlos y frustrarse por no conseguirlo. Tampoco hay que quedarse solo para así evitar problemas, porque estarías castigando a los demás por los errores de otros. Simplemente, trata de compartir tu tiempo con personas que sepan apreciarlo de la misma manera que tú al suyo. Lucha por aquello que te haga sentir bien, no por falsas esperanzas de las que solo conseguirás un día menos en tu vida.
Para poder salir de lo más profundo, hay que escuchar lo que no nos gusta oír y asumirlo. Si no te advierten nunca de aquello que haces mal, es que no estás escuchando a la voz correcta. No por nada la frase “todos somos humanos”, se prouncia siempre que cometemos errores. Si una persona a la que le pides consejo no quiere hablar del tema, significa que le da miedo tu respuesta. En ese caso, dale motivos para sentirse seguro. Todo acto social requiere del esfuerzo de, al menos, dos personas. Suena evidente, pero muchas personas no lo tienen en cuenta a la hora de apreciar el esfuerzo de otras. La música, el arte, la escritura…son otras vías de escape hacia la luz: da igual su matiz, todo irá mejor si las utilizas porque te permiten sentir lo que quieres, en cualquier situación. Da igual tu condición: hasta el más pobre sonríe; hasta el más rico llora.
Cuando ves la luz tras tocar fondo, te sientes en paz, libre y poderoso. Ganas todo lo que pensabas que perdiste. Es cierto que todos tenemos miedo de volver a caer, pero el secreto de seguir en pie está en saber por dónde pisas; cosa que no ocurrió anteriormente. Desde pequeño, me han reñido por no esuchar antes de hablar, por eso afirmo que es algo básico para evitar caer. También, hay que ser consciente de que no todo en esta vida depende de nosotros: la muerte es tan temida porque no se puede escapar de ella, no porque se dedique a seleccionar. No dejes que tu vida dependa de los demás, pero tampoco te la quedes toda para ti. Con todo esto, no hablo de fe, pues la oscuridad no se va rezando, se va actuando. Eso sí, La próxima vez que caigas, recuerda: la luz brilla para todos.