La miopía parece ser un problema cada vez más extendido en nuestra sociedad. De hecho, es una de las cinco prioridades inmediatas de la iniciativa “Vision 2020” que fue lanzada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1999. Sólo en Estados Unidos, la prevalencia de sufrir esta enfermedad ha aumentado más de un 60% desde los setenta entre las personas de entre 12 y 54 años. Con estos datos, se estima que sólo en este país, el coste en medidas correctoras para la enfermedad -como el uso de gafas graduadas, lentes de contacto o tratamiento láser- sea de 3.8 mil millones de dólares al año.
Puede que algunos asociemos la miopía a personas que ya se encuentran entrada la tercera edad. Sin embargo, en algunas ciudades de Asia, el 80-90% de los niños que acaban la secundaria poseen problemas de visión reducida. Con todo, la miopía es una enfermedad multifactorial que ha generado mucha controversia en la historia.
Hace más de un siglo, el profesor alemán Rudolf Virchow y el oftalmólogo Dr Hermann Cohn, fueron los responsables de asociar la miopía con la luz del día. Hicieron varios estudios en escuelas y llegaron a la conclusión de que una cantidad considerable de luz solar en las aulas podría reducir el riesgo de padecer miopía. Se cambiaron las ventanas de las escuelas por otras más grandes y otras muchas adaptaciones arquitectónicas.
Sin embargo, en los años sesenta todo esto se declaró inconsistente gracias a varios estudios como el de la Medical Research Council de Reino Unido, que concluía que la miopía era claramente una enfermedad genética. A partir de este momento, se redujeron las técnicas de prevención de la miopía ya que sólo venía determinada por condiciones hereditarias y claro, ¿qué podríamos hacer nosotros para cambiar la genética?
Hoy en día, se estima que para 2050 casi la mitad de la población mundial será miope. Además, estudios recientes dicen que la genética no desempeña un papel tan importante a la hora de desarrollar miopía. Incluso se dice que es una “enfermedad determinada socialmente”, como afirma el oftalmólogo de la Universidad Nacional Australiana Ian Morgan. Aunque se dice que este aumento de la enfermedad viene determinado por las horas que pasamos frente a las pantallas, no hay ensayos científicos que lo corroboren. Lo que sí parece reducir el riesgo de miopía es el tiempo que pasan los niños al aire libre. Estos estudios se han hecho sobre todo en el este asiático ya que es donde la miopía se encuentra a niveles epidémicos. Esto puede ser debido a que en el Este el sistema educativo se centra más en las capacidades académicas de sus niños, mientras en el Oeste se apoya más a la educación física y las actividades al aire libre.