Cataluña es noticia. Durante estos días tanto las redes sociales como los medios se han llenado de mensajes y noticias “informando” sobre el tema. También ha existido una oleada de quejas, puesto que parte de la sociedad (y de periodistas) ha considerado que los medios no han sido imparciales tratando el tema, puesto que estos estaban posicionados a uno u otro lado.
Yo, personalmente, opino igual. No he visto un gran ejemplo de la labor principal que debe realizar un periodista, ser imparcial al escribir. Por ese motivo, desde nuestras redes os hemos instado a colaborar con nosotros y hemos obtenido respuestas.
A continuación podréis leer tres opiniones de tres jóvenes catalanes sobre lo que está pasando y, quizá, podréis comprender un poco mejor la dualidad y realidad que existe actualmente allí, ya que los textos están narrados por personas que han vivido todo en sus propias entrañas desde el principio, no desde medios con una opinión implícita.
Gracias a Carles, Óscar y Reyes por colaborar, (amigos entre sí desde la infancia con opiniones diferentes), esperemos que esto sirva para que nuestros lectores reflexionen y se creen una opinión propia y no la que los medios nos imponen.
Pensando en voz alta.
Por @reyesvera9.
¿Hasta dónde vamos a llegar? Difícil pregunta a día de hoy.
La tensión está en el ambiente, sales a la calle y una muchedumbre las aborda con banderas independentistas, enganchan carteles en cualquier superficie de la ciudad y reparten propaganda a favor de la separación. A esto no se le llamaría tensión si por el otro lado vieras banderas españolas (sin ser mal vistas o criticadas), propaganda hacia la unión y carteles a favor de España, pero bajo mi punto de vista, mejor no lo hagas, la libertad de expresión en la que se basan los separatistas no está contemplada en los dos bandos.
Otra discrepancia es la actuación de los cuerpos, esas fuerzas de ocupación frente a les forces de seguretat, lástima que se relacionen episodios franquistas (que esperemos que no se vuelvan a repetir) y no los actos del 15 M (entre otros) de les forces de seguretat, punto que deberíamos recalcar es que ellos no tienen la culpa, obedecen órdenes, esas mismas que incumplieron los mossos y dieron pie a las escenas del domingo, los cuales tenían todo el fin de semana para poder desalojar puntos de votación para evitar un referéndum a favor de la separación.
Por lo tanto, ¿a quién culpamos de esta situación? Hay quienes pensarán que se podría haber arreglado la semana previa negociando el Gobierno y el Govern, otros dejando simplemente votar, algunos otros mirarán hacia la reforma que se rechazó en 2014… Yo culpo a la crisis y a un marketing bien estructurado, el cual consigue captar separatistas a favor de “un futuro mejor”, “tendremos más dinero” y “España ya no nos robará”, el cual se fue dejando que creciera hasta llegar a un punto de no retorno, aunque claro está que el detonante fue el 1-O.
¿Qué hacemos ahora? Esperar a que no acabe con consecuencias más graves, y desde mi punto de vista, en lugar de tanta manifestación a favor de la separación, realizar manifestaciones para que negocien los políticos sin permitir la fractura, fomentar la independencia solo tiene un resultado, el odio hacia el conjunto catalán.
¿Hablamos?
El 1 de Octubre constató ante los ojos de todos el definitivo choque de trenes. El Govern de la Generalitat se saltó todas las normas (Constitución, Estatut y normativa del Parlament) para hacer efectivo el referéndum, mientras que el Gobierno Central intentó impedirlo a toda costa retirando el material electoral, con actuaciones de la Guardia Civil y Policía Nacional que fueron desproporcionadas en muchos casos.
El resultado: una fractura casi insalvable de la sociedad, una fractura institucional con el Estado español y un problema muy serio de convivencia.
Los independentistas a tenor de lo ocurrido ya entonan el «nunca os lo perdonaremos» y empiezan a ver como única opción la Declaración Unilateral de Independencia. Ésta declaración, que parece que se puede hacer efectiva en unos días, puede llevar a un conflicto mucho mayor con el Estado y entre los mismos ciudadanos. Asimismo, dejaría a Cataluña en una situación de total incertidumbre económica y caos administrativo.
A su vez, también parece muy probable que el Gobierno aplique el artículo 155 de la Constitución, lo que implicaría que la región de Cataluña estaría directamente gobernada por la Administración Central. Este posible escenario, junto con las polémicas actuaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, aseguraría el divorcio total de una parte importantísima de la sociedad catalana con el Estado español.
La legalidad está para cumplirla, pero nuestros representantes nunca deben esconderse en ella para solucionar los problemas de nuestra sociedad. Este conflicto se inició a mediados de 2012 y, pasados 5 años, aún no hemos visto muestras de acercamiento de ninguna de las posturas.
Así pues, la solución tiene que partir del diálogo. Y si no va bien, pues más diálogo. Aún estamos a tiempo y está en juego la convivencia de los ciudadanos. Hasta ahora todo el malestar de la ciudadanía está recayendo en la policía y en los políticos. Sin embargo, estamos muy cerca de que se traslade a los mismos ciudadanos.
Es el momento oportuno para que nuestros representantes se sienten de una vez por todas a hablar. Sin tapujos, sin condiciones ni líneas rojas. Solo de esta manera lograremos que no perdamos todos.
Para ello, debemos bajar el tono de inmediato. Estamos hartos de oír palabras como «nazi«, «mafiosos», «Estado opresor«, «Dictadura», «adoctrinamiento de niños» o «prensa española manipuladora«. Basta ya, por favor.
Sin embargo, la realidad también nos muestra que hay poco margen para el dialogo. Tenemos un Presidente del Gobierno muy acomodado en el inmovilismo y la defensa de la ley, y un Presidente de la Generalitat que nunca se ha sentido ciudadano español y que tiene el fuerte apoyo de dos partidos (ERC y CUP) cuyo objetivo principal siempre ha sido la independencia. Está claro que no son los mejores interlocutores.
Se necesita una mediación, interna o externa, para solucionar este conflicto. El Rey, nuestro jefe del Estado, tuvo una oportunidad de oro para mediar en el conflicto, pero con su mensaje institucional dejo bien claro que no está dispuesto a afrontar el problema. Por su parte, la Unión Europea debe acabar con su silencio o sus mensajes escuetos, o se posiciona claramente o se presenta como mediador.
Dos no dialogan si uno no quiere
Por @oscaarcarreras
Ayer, estaba sentado en el sofá, a las 9 de la noche, con más curiosidad que esperanza para saber qué diría el rey Felipe VI, que, según muchos medios, sería una de las declaraciones más importantes de los últimos 25 años.
No necesitó más de seis minutos para dar su apoyo al Gobierno liderado por Mariano Rajoy y, por lo tanto, apoyar su intervención en Catalunya. También repitió bastantes veces la palabra ilegalidad y Constitución, y no escuché las palabras heridos, desproporcionalidad o diálogo.
Escribo primero heridos y desproporcionalidad porqué cuando se aplica la fuerza y la violencia ante un pueblo que ha demostrado ser pacífico, el medio se vuelve injustificable y, a mi parecer, los heridos pasan a ser la prioridad.
Entonces, mi conclusión es que Felipe VI ha aprobado la solución del Gobierno español basada en Acción – Reacción, aunque esta reacción implique agresiones a mujeres y hombres, a jóvenes y mayores indefensos, que únicamente querían votar. Pero era ilegal.
Ilegalidad, una palabra que nos tiene muy cansados a los catalanes, especialmente a los independentistas. Y es que hace muchos años que venimos cansados. No hace falta irnos hasta 1714 con Felipe V, o la dictadura de Franco, quienes abolieron las instituciones catalanas y donde empezó el movimiento catalanista.
Pero sí que es importante irnos al 1978, porqué ahí nace la actual Constitución española, según la opinión de muchos, antigua y la llave que abriría la puerta a la legalidad de un referéndum en Catalunya. Sí es verdad que ésta da una cierta autonomía a Catalunya, la misma que aplicando el artículo 155 se nos sería abolida, por desobediencia al Gobierno español.
Pero seguimos, Catalunya, una región con lengua propia, con una cultura impresionante y capacidad de autogobierno, características que podrían definir a la mayoría de países del mundo. Y entonces escuchas que “la mayoría de independentistas lo son por la economía”, por la “pela” que decimos nosotros, y no por sentimiento. Y eso es verdad, pero a mí nunca me han dicho por qué tengo que ser independentista, lo soy por los motivos que defiendo. Y si alguien no está de acuerdo en cómo se reparte el dinero en España, y eso le hace ser independentista, tiene todo el derecho a serlo.
Volviendo a los últimos años en Catalunya, el 11 de septiembre, un millón y medio de catalanes salieron a las calles a hacerse oír y a hacerse ver, siempre pacíficamente. Mientras que del gobierno español nos llegó que una minoría de los catalanes ha salido a la calle creando malestar entre los independentistas y los que no. Son estas pequeñas acusaciones que se nos han ido haciendo por la que los independentistas también hemos ido creciendo en número.
Ciertamente creo en el diálogo, creo en un referéndum pactado con el gobierno español y en conseguir las cosas por la vía legal y pacíficamente. Pero también creo en el cansancio, el cansancio de que cada vez que se ha intentado dialogar con el gobierno la respuesta haya sido que no, durante muchos años.
Si en las declaraciones del rey no salen las palabras heridos, desproporcionalidad y diálogo, prefiero aventurarme en una declaración de la independencia ilegal que en la reacción violenta de las fuerzas de seguridad.
Sentado en el sofá, 9:10 de la noche, después de las declaraciones del rey, ha desaparecido la curiosidad y también la esperanza de que exista un diálogo entre políticos.