SINC
Un equipo de científicos cree que en las humanas antiguas la ovulación era inducida por la cópula, como en las gatas y las conejas.
El orgasmo de las mujeres lleva años intrigando a los científicos porque su función en la evolución no está clara. Mientras que en los hombres está ligado a la eyaculación, las mujeres pueden concebir hijos sin sentir placer. No tiene un efecto directo sobre la reproducción. Además, la penetración no es la mejor manera de alcanzar el clímax.
“En otras palabras, la tasa de orgasmos con penetración es menor que con la masturbación, por lo que parece poco probable que haya una función reproductiva directa involucrada. Y, finalmente, el rasgo parece demasiado complejo como para aparecer en la evolución sin función”, aclara a Sinc Mihaela Pavlicev, investigadora en la Universidad de Cincinnati (EE UU) y primera autora de un estudio que se publica en la revista PNAS.
Hasta la fecha, la comunidad científica había propuesto diferentes hipótesis. Un nuevo trabajo liderado por la Universidad de Yale (EE UU) busca poner a prueba sus hipótesis sobre el posible origen evolutivo del orgasmo femenino, que es poco probable que haya evolucionado por casualidad.
Los autores del estudio postulan que los mecanismos fisiológicos del orgasmo femenino pudieron desarrollarse en su origen para inducir la ovulación durante la cópula.
Estimulación
“Creemos que el orgasmo femenino se asoció ancestralmente con la inducción de la ovulación mediante la cópula, es decir, con la liberación de óvulos del ovario que en algunos animales ocurre como consecuencia de la cópula. Llamamos a estas mamíferas ovuladoras inducidas (o con reflejos) –conejas, gatas, huronas y camellas–. En otras, como humanas y grandes simias, este tipo de ovulación se pierde y las ovulaciones se regulan de manera endógena, sin estímulo externo, como en el caso de las mujeres”, recalca Pavlicev.
En un estudio previo del mismo equipo, publicado en 2016, los investigadores llegaron a tres conclusiones: que existen similitudes fisiológicas entre el orgasmo femenino y el orgasmo de las mamíferas con ovulación inducida; que la ovulación inducida fue anterior a la endógena en la evolución; y que la anatomía del órgano genital femenino refleja estos cambios, “en el sentido de que los animales que requieren inducción externa para ovular tienen el clítoris dentro o muy cerca del canal copulatorio, por lo que se estimula”, señala la experta.
En humanas y grandes simias, el clítoris está colocado más lejos del aparato reproductor y, por lo tanto, a menudo no se estimula durante el coito. “Llegamos a la conclusión de que estos cambios son responsables de la frecuente falta de orgasmo en el acto sexual humano y que la posición del clítoris refleja la importancia de su función y la pérdida de ella”, apunta Pavlicev.
Un experimento con conejas
Para corroborar la teoría del modelo ovulatorio, los científicos partieron de la base de que si perturbaban el orgasmo, también lo haría la inducción de la ovulación. El experimento se realizó con conejas a las que se les administraron diariamente durante dos semanas inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (antidepresivos), que causan anorgasmia.
Con antidepresivos, las conejas debían inhibir su ovulación. Los resultados mostraron tasas de ovulación disminuidas en un 30 %. En un segundo experimento, los autores indujeron la ovulación mediante una inyección hormonal a las conejas tratadas con antidepresivos, y observaron que estos no afectaron a la ovulación provocada con fármacos.
Según los autores, los resultados apoyan la hipótesis de que el orgasmo en conejas es homólogo al de las humanas, y ambos procesos podrían compartir un origen evolutivo común. “El mecanismo que causa el orgasmo en las humanas podría ser el mismo que en el pasado evolutivo se habría utilizado para desencadenar la ovulación durante la cópula”, subraya la investigadora.
Pero si el orgasmo femenino perdió su función reproductiva, ¿por qué se mantuvo?
“Nosotros no nos hacemos esta pregunta porque todas las razones se buscan exclusivamente en la reproducción”, concluye la experta.