Nos planteamos qué impacto podrían tener los 23 pares de cromosomas que nos definen, en manos de empresas como 23andMe.
Se acercan las navidades y los regalos más tecnológicos e innovadores parecen ser los más disputados por hacerse un hueco a pie del árbol. El movimiento del “yo cuantificado” (Quantified Self), un término que apareció por primera vez en 2007 en la revista Wired, rinde culto al conocimiento propio a través de la recogida de datos personales. Esta manía por cuantificar nuestra vida va desde las pulseras que registran nuestra actividad física, como Fitbit, hasta kits para secuenciar nuestro microbioma. En esta misma línea encontramos a la empresa estadounidense 23andMe.
23andMe es una empresa de tests genéticos que apareció en 2006, con la ayuda financiera de Google. Sus clientes sólo tienen que escupir en un tubo y enviarlo a sus laboratorios, donde analizarán su material genético a partir de las células epiteliales de la saliva. Esto les permite tener una información detallada de su propensión a determinadas enfermedades congénitas, rasgos físicos, orígenes ancestrales y mucho más. Y todo ello en un tiempo máximo de cuatro semanas. Su tecnología se basa en los chips de ADN, desarrollados por Illumina, una empresa biotecnológica líder en técnicas de secuenciación. En este chip se dispone el ADN que, por medio de la fluorescencia, nos permite identificar los polimorfismos de cada nucleótido, dándonos una idea de la variación genética de dicho individuo y, consecuentemente, su susceptibilidad a enfermedades genéticas.
Como muchas startups biotecnológicas, su recorrido empresarial no ha sido fácil. En 2013, la Agencia Estadounidense del Medicamento -más conocida como FDA por sus siglas en inglés- prohibió sus prácticas, desconfiando de su precisión. No fue hasta el año pasado, en febrero de 2015, cuando la FDA dio el visto bueno a la empresa, que ha arrancado mejor que nunca. Los inversionistas que apuestan por el proyecto han conseguido bajar el precio del kit genético a tan solo $149. Los beneficios esperados no son muy altos si tenemos en cuenta que uno de sus inversores mayoritarios es el gran gigante Google. Sin embargo, la fortuna de 23andMe está en la gran cantidad de datos que contiene.
Cada persona que use el test genético recibirá la información analizada en la página web de 23andMe. Esto les permite comparar el grado de parentesco de su genoma con el de otros usuarios, por ejemplo. La base de datos que está construyendo 23andMe podría ser de gran utilidad para la investigación, como ya se está haciendo para la enfermedad del Parkinson. Con ello se estima que la empresa genere hasta 20.000 dólares anuales por la información de cada uno de sus usuarios, que es muchísimo más de lo que ingresa Facebook por la misma razón (8 dólares al año por usuario).
Todo esto nos lleva a plantearnos qué poder tendría nuestra información genética en manos de empresas como Google o Facebook, las cuales suelen cambiar sus políticas de privacidad frecuentemente. ¿Podemos confiar nuestro genoma a una empresa como 23andMe?