Pedro Duque, el Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades en funciones ha sido enormemente alabado durante años y miles de jóvenes lo han tomado como referente, por sus azañas aeronáuticas y espaciales. No obstante, muchos (más de la mitad de los españoles) piensan que ha estado en la Luna, por el hecho de ser astronauta, como él mismo corrobora.
No obstante, su carrera es muy distinta
Pedro Duque se licenció en 1986 en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio de la Universidad Politécnica de Madrid, con una nota media de 10. Comenzó a trabajar en el grupo empresarial español GMV, donde fue destinado al Centro Europeo de Operaciones Espaciales en Darmstadt (Alemania) para realizar trabajos en el marco de la Agencia Espacial Europea. En 1992, fue seleccionado en uno de los concursos que realiza dicha agencia para buscar personas que puedan desarrollar la labor de cosmonauta.
Su primera misión espacial fue una con un transbordador espacial Discovery, entre 1998. Tuvo que supervisar el módulo experimental de la Agencia Espacial Europea (ESA). Además, en octubre de 2003, Duque participó en otro viaje, en el cual fue lanzado en una nave Soyuz TMA, realizando la labor de ingeniero de vuelo y visitando la Estación Espacial Internacional durante diez días para la realización de la Misión Cervantes.
En la Agencia SINC han entrevistado al Ministro, a propósito de los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna. A continuación os dejamos la primera parte de la entrevista realizada por Adeline Marcos, a Pedro Duque. No la subimos entera por dos motivos: por no querer anotarnos el éxito de la entrevista y por considerar esta parte más relevante para nuestros lectores.
Cuando la misión Apolo 11 alcanzó la Luna usted tenía seis años. ¿Qué recuerda de esos días?
Tengo recuerdos, no estoy muy seguro de si son reales o no, pero son plausibles. Recuerdo una televisión en blanco y negro al lado del techo en el salón de la pensión donde íbamos en Guipúzcoa, en Cestona. Todos estábamos expectantes. Todo el mundo sabía qué iba a ocurrir. Todos poníamos la televisión a la hora adecuada. No sé si lo vi en directo o en una segunda retransmisión; eso, de pequeño, quién lo va a saber. Pero sí recuerdo que fue un evento de los que marcaban a la humanidad entera.
¿Este acontecimiento influyó de alguna manera en su decisión de estudiar ingeniería aeroespacial?
Podría ser, pero pasó mucho tiempo desde los seis años hasta el momento en que elegí. Yo tenía además otros condicionantes, porque mi padre era controlador aéreo y tenía relación con la aeronáutica. Quizá eso influyó un poco más. Lo que sí es cierto es que cuando estaba en el colegio estudiando el bachillerato no parecía nada plausible que ningún español se pudiera dedicar a cuestiones del espacio. Por eso yo tiré por la aeronáutica.
Ahora los niños y niñas de esa edad pueden ver la imagen real de un agujero negro, han oído hablar de ondas gravitacionales y saben que se descubren nuevos planetas que podrían albergar vida. Es como si el espacio estuviera más a su alcance. ¿Siguen queriendo ser astronautas?
Sí. No te digo que todos, pero muchos de los que se me acercan sí. No me ven solo como una curiosidad, sino como una opción para ellos. Eso es enormemente positivo. Primero tiene que existir la posibilidad de que un niño o una niña de un colegio cualquiera de España pueda llegar a lo que quiera ser si se esfuerza y tiene talento. Yo creo que las condiciones sí están. Además, España sigue participando en los programas espaciales dentro de la Agencia Espacial Europea (ESA). Lo importante es tirar de esa ilusión de niñas y niños y, una vez que se han entusiasmado por cosas de ciencia, ingenierías o medicina, a casi todos se les olvidará que querían ser astronautas porque encontrarán algo que les guste más.
O no… ¿No necesitamos astronautas en España?
Bueno, a lo mejor se necesitarían dos o tres…
¿Solo dos o tres podrían llegar a serlo?
Desde que se hizo la primera selección de la ESA a principios de los años 80 hasta hoy, solo ha habido uno, que he sido yo, en 35 años. Pensamos que esto mejorará, pero lo que no vamos a pensar es que haya cientos y cientos. No se trata de que la gente se frustre. En los años en los que chicos y chicas tienen que dar el paso para que les entusiasme estudiar, se les puede estimular haciéndoles pensar en los viajes espaciales y los astronautas. Es algo que se puede usar muy positivamente. Y yo lo intento.
¿Y qué hay de las niñas? ¿Ha aumentado su interés en estas carreras?
Se nota todavía bastante diferencia entre niñas y niños. Yo creo que en el imaginario infantil se identifica más a los varones con estas disciplinas. Esa brecha tenemos aún que superarla. No aprovechamos suficiente ni correctamente los talentos femeninos en las carreras técnicas e ingenierías. Tenemos que hacer más esfuerzos para generar en las niñas entusiasmo por la ciencia, la ingeniería, la técnica y las matemáticas.
¿La llegada del ser humano a la Luna ha cambiado nuestra visión del espacio?
Bueno, lo que ha cambiado muchísimo es la visión que tenemos de la Tierra gracias a la primera foto del Apolo 8 y la de la Luna completa del Apolo 10. El hecho de que esas fotos se propagaran por todo el mundo nos hizo comprender que en realidad estamos todos en una bola que es bastante grande, pero tampoco es infinita, y que necesitamos una visión global del cuidado del medio ambiente. En aquel momento los movimientos medioambientales eran prácticamente marginales. Cuando aparecieron esas fotos fue cuando adquirieron fuerza.
¿Pensó a lo largo de su carrera como astronauta que viajaría algún día a la Luna?
¡Bastante tuve con que me dejaran presentarme para ser astronauta! [Ríe] Hicieron falta años de esfuerzo inversor en las industrias espaciales españolas, una Ley de la Ciencia y muchos cambios en España para que eso ocurriera. A los 500 o 600 españoles que nos presentamos ya nos parecía mucho que nos dejaran. Que yo saliera elegido ya fue un privilegio absoluto, y que pudiera volar al espacio con los americanos y los rusos… Pero ya ir a la Luna hubiera sido el copón [risas]. La verdad es que nunca piqué tan alto.
Pero sí pudo conocer a algunos astronautas de las misiones que viajaron a la Luna, ¿verdad?
Con quien tuve más relación fue con John Young, que estuvo en la Luna dos veces. Estaba todavía en Houston y nos enseñó muchas cosas, nos dio pautas para que no nos ocurrieran otra vez los problemas que tuvieron ellos. Young estaba muy interesado en todos los nuevos programas, participaba en los diseños y levantaba la voz si hacía falta en cuestiones de seguridad y eficiencia. Fue un maestro para todos nosotros. También he hablado con Neil Armstrong, Russell Schweickart y Alan Shepard, pero maestro, maestro solo ha sido Young.
Cuando vemos las imágenes de hace 50 años parece todo muy arriesgado. ¿Cómo nos atrevimos a ir tan lejos?
Fue un atrevimiento, sin ninguna duda. Se necesitó un impulso absolutamente único y quizá irrepetible desde los poderes públicos con el presidente Kennedy y su entorno. En el mes de marzo de 1961 estaban pensando en reducir sustancialmente los presupuestos del espacio, pero el 12 de abril de ese año voló el ruso Yuri Gagarin, así que en mayo los estadounidenses multiplicaron por cinco su presupuesto. La idea se impuso desde arriba, eso fue imprescindible. Había, por supuesto, mucho afán en la carrera espacial por llegar antes.
Sí que era arriesgado y cada vuelo era algo nuevo porque no se podían hacer múltiples pruebas. Si hacían una prueba y salía bien, ya tiraban hacia delante, no como hacemos ahora. Armstrong decía que en su vuelo tenía el 90 % de probabilidades de salir con vida y un 50 % de alunizar y volver. Los porcentajes eran así, la gente lo sabía y consideraba que participar era un privilegio, pero también un deber.
¿Hubo un antes y un después tecnológico con la llegada del hombre a la Luna?
Hay tecnologías que se desarrollaron muchísimo en ese tiempo, cuando la NASA tenía más de cinco veces el presupuesto actual en EE UU. Se impulsaron algunas tecnologías, como las de Saturno V y sus motores cohete, que siguen estando muy cerca de lo puntero, aunque su sistema de fabricación es un poco caro. Rusia también lo intentó con el motor cohete que ellos utilizaban, el NK-33, y ahora lo están volviendo a utilizar porque ese cohete todavía es lo mejor que se ha hecho nunca.