No me atrevo a contar
cuantas veces me despedí.
No me atrevo a hablar
de que alguna vez me arrepentí.
No me atrevo porque el tiempo
es superior a mí.
Pues la vida se va en lo que cuento,
en lo que hablo, en lo que me arrepiento.
Miedo me da que la vida
se vaya sin haber hecho nada,
para estar orgulloso de mí.
Por eso antes de hablar escucho,
por eso no malgasto un minuto.
Me parece tan corta la vida
y tan largos los días.
Todo por seguir adelante,
todo por no hablarte.
Seguiré viendo los minutos
como invisibles escalones.
Seguiré viendo las horas
como diferentes mundos,
para así no tropezar,
para así nunca ver todo igual.
Mas no me siento avergonzado,
pues soy alguien que valora
y aprendió que rendirse
no significa siempre perder,
que orgullo no es lo mismo
que dignidad.
Sólo tengo miedo de la muerte,
pues amo demasiado el tiempo.
La soledad se cura
con perdón, gracias
valores y favores.
La amistad y el amor
son dignidad, cariño y respeto;
algunas veces pedir perdón,
otras ser paciente.
Me atrevo a decir
que gracias a ti aprendí
a valorarme y saber parar.
Me atrevo a decir
que doy a cambio de nada,
pues esperar algo de alguien
es un error, pero un error humano
llamado humanidad.
Aunque el tiempo no cambie,
mis pensamientos sí;
lo que dije un día igual,
si no fue prometido.
Actuaré contra la falsedad
sin darme por vencido
escuchando, hablando
a quien se lo merece.
Me atrevo a saludarte,
me atrevo a despedirte,
me atrevo a decir bien alto
que no soy menos que nadie,
pues compartimos el mismo tiempo.