Un concierto para sentarse, olvidarse de todo lo demás y disfrutar de la buena música
Sobre las 20:00 el aforo del Teatro Circo Price comenzaba a llenarse y los nervios de la mayoría de los asistentes estaban a flor de piel. Gritos, aplausos cuando se indicaba que quedaban 10 minutos para el comienzo del espectáculo y alabanzas a Robe inundaban la sala.
Tras reiterados avisos de no poder grabar con dispositivos móviles, ni hacer fotografías, los guardias de seguridad y el equipo de producción de Robe se instalaron por todo el auditorio y en cuanto veían a alguien utilizando un dispositivo móvil (fuera para lo que fuera), se acercaban a él y pedían que lo apagase.
Tanta obsesión por la utilización de los teléfonos móviles viene del propio Robe, que desde el principio explicó que en la primera parte «Ponte a cubierto» de su gira «Bienvenidos al temporal» era para que los espectadores desconectasen y experimentasen una «catarsis colectiva», sin necesidad de tener que violar la propiedad intelectual de Robe y su banda. Así pues, fui observando durante el concierto la platea y las gradas y no se veía ninguna luz, todos estábamos respetando a Robe y disfrutando con su música.
Con el auditorio ya lleno, a las 20:20 el concierto comenzaba, entre gritos de «¡Robe eres grande!» o «¡Vamos Robe!» el cantante salió al escenario rodeado de toda su magnífica banda.
El concierto comenzó con El cielo cambió de forma, una de sus canciones más conocidas de su nuevo disco y siguió con Hoy al mundo renuncio y con Donde rompen las olas. Las cuatro primeras canciones estuvieron repletas de gritos y de emoción por el público, que muchas veces entorpecía el inicio de la próxima canción, por lo que Robe en uno de esos momentos pidió silencio con un simple «Callarse«, cosa que se acató casi al instante.
Combinando canciones de su primer disco en solitario con el nuevo, el concierto fue pasando muy rápido, haciendo que todos los presentes perdiéramos la noción del tiempo, hasta que llegó el turno a «Nana Cruel» en la que el cantante no pudo evitar dirigir unas palabras a la poca falta de libertad existente y al cuidado que hay que tener actualmente para no herir los sentimientos de nadie. Presentó la canción diciendo que él, con esta canción, buscaba ofender al público, ya que él se considera filósofo, y…
«¿De qué sirve el filósofo que no hiere los sentimientos de nadie?»
Tres canciones después, tocaba el descanso típico de Robe, 25 minutitos para fumar un cigarro, ir al baño o comprarte una cerveza y no perderte nada. Durante este, algunos asistentes se quejaron de la mala distribución del escenario, ya que, el grupo estaba muy al fondo y desde los laterales de las gradas era casi imposible verles. Eso debió llegar a oídos de Robe, ya que, cuando volvieron del descanso, todos los miembros estaban de pie mucho más cerca de la platea y permitían que todos disfrutasen del concierto y lo pudieran ver.
La segunda parte del concierto fue mucho más cañero y la gente no pudo evitar gritar las letras de las canciones y levantarse a moverse con la banda. De manera urgente, Contra todos (donde el solo de David Lerman, el bajista-saxofonista-clarinetista, destacó por su gran fuerza) y Por encima del Bien y del Mal para cerrar el concierto, haciendo que todo el teatro se pusiera en pie y pidiera otra.
Parecía que el concierto ya estaba acabado pero el público no dejaba de pedir otra y de llamar a Robe, cuando David Lerman y Carlitos Pérez salieron y comenzaron a tocar una maravillosa versión de Si te vas, una de las canciones más bonitas y profundas de Extremoduro. Durante toda la canción el público cantaba con Robe a voz en grito e hicieron que más de uno se emocionara. Finalmente, tocaron «Un suspiro acompasado» y tras largas ovaciones, la banda capitaneada por Robe se fue, haciendo que muchos se emocionaran e incluso, lloraran.
Personalmente, hace algunos años fui al último concierto de Extremoduro en Madrid y fue uno de los mejores conciertos a los que he asistido. Sin embargo, el concierto de ayer tuvo algo mágico. Pude observar la evolución de Robe Iniesta, como ha cambiado el tono pero sigue siendo un poeta y como ha revolucionado el concepto del «rock» dando tanto protagonismo al saxofón y al violín. Ha logrado algo muy grande y, sin duda, sus fans, como tantas veces gritaron en el concierto, se lo agradecen y lo viven con él.
Finalmente, me gustaría dedicar unas palabras a la magnífica banda de la que se rodea Robe. Carlitos Pérez es increíble al violín y muy potente al bajo. David Lerman es un prodigio en sí. Con el manejo del clarinete, el saxofón y el bajo consiguió llamar la atención del público en numerosos momentos, como ya he mencionado en Contra todos. Albert Fuentes llevó el ritmo de todo el concierto añadiendo la voz. Lorenzo González se dejó la piel cantando y bailando y Álvaro Rodríguez acompañó con el piano y el acordeón. Entre todos y Robe crearon una atmósfera única, que sin duda se volverá a repetir en los distintos conciertos que da en su gira.