«Primero se ocuparon de forma masiva las plazas, luego viviendas vacías, bancos e incluso supermercados. La desobediencia civil se está convirtiendo en una práctica cada vez más común y empieza a recuperar el espacio público»
«Más pobreza, más paro, más hambre, más recortes, más desahucios, más indignación, más malestar y… más desobediencia como respuesta en la calle. Frente a estas leyes y prácticas injustas, la única opción que queda es desobedecer». Con esta contundencia se expresa Esther Vivas, una comprometida activista social, licenciada en periodismo y sociología, y autora de varios libros sobre movimientos sociales y agroecología.
La desobediencia civil se define como el acto de no acatar una norma de la que se tiene obligación de cumplimiento. En la mayoría de los casos provoca agitación, colapso o paralización. Para acabar con esta situación, las autoridades se ven obligadas a reaccionar. En la actualidad, debido a la situación política, económica y social, la desobediencia civil es un tema que de nuevo se está ganando un hueco en las portadas de los periódicos, pero ¿está justificada?
Este tema resulta de candente actualidad, debido a los acontecimientos ocurridos en los últimos días: la sublevación de un grupo de inmigrantes ilegales internados en el CEI de Aluche que reclamaban libertad, o el boicot por parte de un grupo de estudiantes a la conferencia que iba a ser impartida por Felipe González y Juan Luis Cebrián en la Universidad Autónoma de Madrid.
Como dijo Oscar Wilde: “La desobediencia, a los ojos de cualquiera que haya leído la historia, es la virtud original del hombre. El progreso ha llegado por la desobediencia, por la desobediencia y la rebelión”. Y es que la revolución y la desobediencia han sido el motor de la mayoría de avances hacia la libertad a lo largo de la historia. Ejemplos como la lucha contra el racismo de Martin Luther King, o las conquistas en el campo del feminismo son claras pruebas de este hecho.
Debemos partir de la base de que no todas las leyes son justas. En pleno siglo XXI, la ley todavía ampara la tortura en muchos países del mundo; también permitía al régimen nazi llevar a cabo sus atroces políticas racista, xenófobas y homófobas. Sin ir más lejos, en España convivimos con la Ley Mordaza, o con tratos poco ortodoxos ante los inmigrantes ilegales. Desobedecer estas leyes es ilegal, ¿pero es ilegítimo? Hoy en día nadie cuestionaría a Nelson Mandela sus métodos para luchar contra el Apartheid, sin embargo si se hace con «sinpapeles subidos a una azotea».
Por otro lado, la desobediencia civil suele ir de la mano de la no violencia, evitando así conflictos mayores, como guerras, en los que se tengan que lamentar vidas. La desobediencia civil es una forma de llamar la atención, y de llegar a la negociación ante una situación de injusticia.
Es cierto que si todo el mundo desobedeciese las leyes que considerase oportunas, el sistema sería inestable y caótico, pero históricamente se ha comprobado que la desobediencia civil triunfa cuando es llevada a cabo por una minoría verdaderamente significativa.
Si nos colocamos en la tesitura de buscar una solución, podemos pensar que si el gobierno pusiese a disposición de los ciudadanos los medios necesarios para evitar todo ese proceso, la desobediencia civil no sería necesaria. En los primeros esbozos de descontento por parte de la población, el gobierno debería escuchar a su pueblo, dialogar, negociar, y llegar a un acuerdo pacífico. Es decir, acabar con esa relación de “enemistad entre pueblo y gobierno” latente en la actualidad.