Tal día como hoy, hace 12 años, el Congreso de los Diputados aprobaba por mayoría absoluta la ley del matrimonio homosexual. Dicha ley fue aprobada con la negativa del PP y miembros de Unió. Zapatero cumplía con una promesa electoral, avalada por 187 votos a favor, frente a 4 abstenciones y 147 votos en contra. “Una sociedad decente es la que no humilla a sus miembros”, fueron las palabras que el entonces presidente dirigía a los detractores en el Congreso. El PP estudió presentar un recurso al Constitucional inmediatamente después, pues buscaban una regulación como la que imperaba en la “inmensa mayoría de los países de Europa”, en palabras de Rajoy. La regulación que su partido buscaba excluía la palabra “matrimonio” para reconocer la unión de homosexuales, además de no otorgarles el derecho de adopción. Rajoy defendía a su partido inútilmente, diciendo que es una «colosal falsedad que el PP no represente los derechos de los homosexuales». España se convirtió así en el tercer país en reconocer el derecho que hoy podemos celebrar.
La España de los fusilamientos a artistas, explotación, maltrato y asesinatos por la condición sexual de la persona, al fin empezó a quedar atrás. La representación de gays y lesbianas en la televisión, cada vez fue más habitual; recurriendo cada vez menos a los tópicos. Nos convertimos en un país en el que actualizamos las definiciones, para crear otras. El matrimonio dejó de ser un término dependiente de la Iglesia, las parejas empezaron a tener en común el cuerpo, además de gustos y aficiones. Los gestos románticos dejaron de ser únicamente entre hombres y mujeres. Hemos cambiado a mejor, pues uno mismo se avergüenza al recordar todos los tópicos que tenía en su cabeza, y cómo cambiaron al visitar el piso del mejor amigo de mi madre, en Chueca. De esa persona me llevé un puñado de anécdotas, la ropa que hizo que ese invierno no parecería un personaje de dibujos animados (con una icónica vestimenta) y los recuerdos de un apartamento amueblado con todo el cariño que una pareja cualquiera podía poner.
Año tras año, una palabra cobraba cada vez más sentido para todo un país: orgullo. Madrid se convirtió en capital de una fiesta nacional y mundial que de verdad representa valores de una humanidad respetuosa, unida, igualitaria y divertida. Según datos del Pew Research Center, España es el país con más aceptación de la homosexualidad, un 88%. Un orgullo con el que debemos luchar por acabar con algunos de los datos que Amnistía Internacional aporta: el hecho de que la homosexualidad suponga la pena de muerte en 10 países o su ilegalidad en 81 países, entre otros. Estos son algunos de los motivos por los que hoy hay una manifestación en Madrid, además de luchar por la igualdad de derechos LGTBI.
Pero, no ha sido hasta la entrada de un partido distinto al PP en el Ayuntamiento de Madrid que la ciudad ha mostrado el verdadero orgullo que no solamente gays y lesbianas, sino todo el colectivo LGTBI, se merecen. Durante 2 semanas (del 23 de junio al 2 de julio), la ciudad se ha pintado con los colores del arcoíris para dar la bienvenida a todos los miembros del colectivo LGTBI. Los semáforos ‘gay friendly’, los cambios en el transporte público o los eventos programados, así lo ejemplifican.
Cabe recordar que todavía deben hacerse cambios para que la transexualidad o la disforia de género sean respetadas. Algunas medidas plausibles serían: volver a permitir el uso de medicamentos para realizar el tratamiento hormonal, documentos de identidad “respetuosos”, y una enseñanza basada en la igualdad y respeto de géneros, sin distinciones.
Tal día como hoy, Alemania ha aprobado el matrimonio homosexual. Felicito a todos los homosexuales y les mando mi apoyo, tanto en la manifestación, cómo en el resto del mundo. Ser heterosexual no me convierte en alguien ajeno a la causa. Cómo reza uno de los lemas de Amnistía Internacional: “No hace falta ser la causa para defender la causa”.