Sobre el papel, un 12 de octubre más: desfile militar, recepción de gala en el Palacio Real, polémica en torno a la celebración, la cabra de la legión paseando por la Castellana… Lo típico. Pero en política, pocas veces lo que se plasma en el papel se refleja luego en la realidad. Lo cierto es que el día de ayer fue atípico… y no solo por la lluvia. El clima ayer dio qué hablar, y no me refiero a la meteorología. No, me refiero a la gran nube gris que parecía perseguir a los dirigentes del PSOE y al solazo que lucía sobre las cabezas de los líderes peperos, por mucho que el paraguas de Cifuentes dijera lo contrario.
El PSOE llega a un día como hoy visiblemente débil. La sintonía entre los barones ‘socialistas’ y los populares parecía más propia de un contexto de gran coalición como el alemán que de un supuesto bipartidismo de competencia perfecta (sí, eso dicen que es lo nuestro). Algo que anuncia a las claras la situación que viene. «Bueno, al menos evitamos las terceras». Ese parece ser el consuelo que queda a muchos de los dirigentes socialistas contrarios a la abstención y que, por la disciplina de voto, deberán hacerlo dentro de quince días. Por otro lado, las selfies, tremendamente reveladoras. A Susana se la ve cómoda en su nueva postura de cabeza ‘sensata’ del partido, destinada a salvarlo de pactar con los antisistema. Entre sonrisa y sonrisa, y algún que otro aperitivito, charlas de pasillo para hablar de políticas que afectan a millones de ciudadanos como quien habla de la lluvia que caía ayer.
Por otro lado, el PP, que parece no verse afectado por las declaraciones que ahora mismo está haciendo Correa acerca de su financiación irregular, ayer lucía una sonrisa estupenda. La sonrisa del que sabe que está ganando. Entre tanta polémica, ha sido un día más sin hablar de corrupción, y, sin haber movido un dedo, han conseguido que los demás se rompan por dentro sin haber ellos sufrido un ápice de desgaste electoral. La técnica del PP es como la de Homer Simpson cuando se mete a boxeador: aguantar impasible los puños del enemigo, como si no fueran con él, cansar al enemigo y después soltar el golpe de gracia. El primer contraataque del PP vino el 26-J, y apenas tuvo que trabajar en la campaña: le vino hecha ante la «amenaza comunista» de Unidos Podemos: una campaña del miedo que les fue tremendamente efectiva. Miedo y abstención, la delicia de toda fuerza conservadora.