‘Historias de un iluso’ es una colección de pequeños relatos, dedicada a las vivencias mundanas.
Es curioso cómo se relacionan unas historias con otras. Ayer fui a ver «Barton Fink,» una de las primeras películas de los hermanos Coen (de cuando parecía que iban a cambiarlo todo). Barton es un joven escritor que, gracias al éxito de su obra de teatro, tiene la oportunidad de escribir su primera obra para la gran pantalla: la típica película de serie B sobre lucha libre. Viaja a Los Ángeles para empezar su trabajo, todo parece que va encaminado a ser el relato de un joven proyectando su carrera hacia el estrellato… hasta que llega al hotel Earle, se sienta frente a la máquina, y empiezan las distracciones. Noche tras noche, cada vez que se sienta ocurre algo que hace que el guion se posponga, desde ruidos, hasta el pegamento del papel de la pared (y hasta aquí os puedo contar para no fastidiaros la trama).
Salí de la sala haciendo la típica mueca que uno hace cuando se da cuenta de que ha visto algo que ha vivido en su propia piel. Y es que esa película refleja cómo me he sentido al intentar escribir y no poder (algo que ya conté en otro artículo), pero, sobre todo, enseña cómo nos podemos traicionar a nosotros mismos con las distracciones. La procrastinación, la pereza, nuestro afán por querer manejar el tiempo como Cronos. Distintas formas de culpabilidad juntas con todo lo contrario: sorpresas, personas que piden nuestra atención, recados, urgencias… una combinación tan explosiva que dinamita nuestras ganas de cumplir con nuestros buenos propósitos.
Si hay un ejemplo que viene al caso, ese es el de los trabajos. Una fecha fijada, unas pautas a seguir y… ¡listo!, tendrás a un joven que aprenderá a no fiarse de su propia sombra – literalmente, porque se puede distraer hasta con eso.- Pocos casos llegan a buen puerto con antelación, ya que no son pocas las ocasiones en las que el profesor decide hacer cambios en las pautas, o la organización se va al traste, o, como viene al caso, nos ponemos excusas y no arrancamos nunca (a menos que hablemos de arrancar una hoja). No hablemos ya del cliché de los trabajos en grupo, pues dice la leyenda que aquellos grupos que consigan mantener su amistad con una buena nota, alcanzarán el Olimpo.
En lo que concierne a la figura del artista, del creador, el síndrome del impostor y la inspiración chocan constantemente. Unas veces basta con ver algo y plasmarlo, otras hay que luchar contra uno mismo para hacer algo y no destruirlo. Tener dinero puede ser el empujón de una carrera, o ser el único paso para tirarlo todo por el precipicio – «El Señor de Los Anillos» contra «Divergente,» por así decirlo. Cuántas veces habremos pensado eso de “yo lo haría mejor,” o “si tuviera lo necesario (insertar deseo).” Un minuto de silencio por todas esas ideas de las que no sabemos nada por falta de recurso, porque, si algo falta hoy en día, es una oportunidad.
Al final, llega el momento de ponerse manos a la obra, tener un resultado y unas consecuencias. Los mismos hermanos Coen pasaron por el mismo proceso: «Barton Fink» es el irónico resultado de su “bloqueo del escritor”, cuando no conseguían redactar el guion de “Muerte entre Las Flores.” Usaron esa situación como referencia para escribir y mataron dos pájaros de un tiro. Otra ironía es que este texto sea el resultado de una película sobre un escritor que no puede escribir. Una distracción que acaba siendo la causa de que yo cumpla con mi tarea.
FUENTE UTILIZADA:
Cinephilia and Beyond: «‘Barton Fink’: The Coen Brothers’ Meta Way of Dealing With Writer’s Block.» https://cinephiliabeyond.org/barton-fink-the-coen-brothers-meta-way-of-dealing-with-writers-block/