“En un apartado rincón a las afueras del pueblo se encuentra La Curiosa Librería. Se trata de una librería especializada en libros sobre libros”. Así empieza «La Curiosa Librería», la última obra del ilustrador japonés Shinsuke Yoshitake.
Como en el resto de su obra, Yoshitake juega con esconder problemas de la edad adulta bajo relatos con apariencia infantil. Es capaz de utilizar un “transformador de portadas” para tratar la superficialidad y el conformismo.
La Curiosa Librería es una carta de amor hacia el mundo de la literatura, pasando por todo lo que lo compone: libreros, autores, lectores y, por supuesto, los propios libros. Para presentar los relatos, Yoshitake los introduce por medio de los clientes que van a La Curiosa Librería en busca de ese libro sobre otro libro.
Pero lo importante de este título es el cómo introduce los temas bajo una aparente inocencia constante. Podemos encontrar relatos que van dirigidos a animar a los lectores, sirviéndose de un “árbol escritor”, un libro que solo se puede leer bien en noches de luna llena, o una argumentación de cómo son las personas a las que les gustan los libros.
También hay lugar para el homenaje a la literatura fantástica, con una “biblioteca sumergida”, llena de libros que no pueden leerse bien porque están mojados por el agua, bien porque tiene que subir el nivel del agua para poder alcanzarlos; una recopilación de “festivales literarios singulares”, o un viaje en cápsula alrededor del mundo en el que el “turista-lector” acaba siendo un turista a secas por centrarse en leer.
La Curiosa Librería consigue ser ese libro que hace que, al terminar, queramos seguir leyendo, que los pequeños de la casa se animen a hacerlo y los que lo dejaron a un lado vuelvan. 108 páginas con una única pega: el que la traducción española, a pesar de estar cuidada, pierda matices por derivar de la inglesa.