Estas palabras no hacen referencia a la literatura o autores que dejaron el país, sino a aquellos niños nacidos en los años 90 del siglo veinte, cuando tuvo lugar la transición del comunismo a la democracia. Habitaban en casas de acogida, abandonados por sus padres o, simplemente, porque no podían mantenerlos.
Estos niños vivían en condiciones infrahumanas y padecían graves problemas de salud. Aunque el asunto es antiguo solo este año salió a la luz.
Fueron adoptados o más bien “expulsados” del país con rumbo a Estados Unidos y tras tantos años, muchos de ellos vuelven para conocer a sus verdaderos padres.
En cuanto a la adopción, existía un documento que clarificaba la situación de los futuros padres así como la del niño en cuestión. Entre estos papeles, la hoja más difícil de conseguir era la declaración de consentimiento de los padres biológicos. Aquellos que querían adoptar, debían traer diferentes regalos en forma de cigarrillos, jabones o dinero, repartidos entre las casas de acogida, los padres biológicos y los diversos comités existentes, entre otros.
“Aquel período fue horrible” afirma un antiguo trabajador de un instituto encargado del cuidado de los niños. Estas adopciones se transformaron en un beneficioso negocio: “Había una lista de niños en Bucarest, la cual se repartía entre las diferentes ONGs. Era un gran comercio en el que estaban implicadas las más altas autoridades del momento. Los niños se vendían por mucho dinero”.
Estos pequeños no solo fueron llevados a Estados Unidos sino también a Israel, Canadá o España. Cuando la adopción finalizaba, todos los datos e informaciones del ahijado eran borrados, como si nunca hubiesen existido.