Desde que tengo uso de razón, no hay día en mi casa sin un animal. Comparto mi vida con seres que dan a cambio de nada, algo que en el hombre es visto como una señal de falsedad. Mis días comienzan siempre de la misma manera: abro los ojos y ahí está Buran, un perro que hace más labores de gato que de perro; pues descansa en los rincones más altos de la casa, busca mis pies en la cama y acude a cualquier perturbación en su entorno. En cuanto hago el más mínimo gesto aparece Fiona, la de las duchas a lametazos y 36kg de cariño. Hacerme con ella ha sido un camino muy difícil, como todo cachorro me enfrenté en su día a muebles rotos, libros con menos páginas y paseos en los que mi paciencia era la de un profesor en viernes; pero ha merecido la pena y ahora sólo se baña en gomaespuma o plumas si se enfada conmigo. Ellos están en mi hogar y son la causa de que éste así lo considere, pero trato de compartir mi vida con otros que no tienen esa suerte.
En mi tiempo libre (y alguna escapada) trato de ayudar limpiando cheniles y jaulas de animales que por unas circunstancias u otras han acabado en una protectora. Un buen hogar es siempre la mejor opción, pero al menos no están en manos de cazadores o maltratadores. La labor del voluntariado es mucho más que acariciar, cepillar y pasear perros. Es salvar vidas a distintos animales que llegan en muchos casos con heridas, enfermedades y traumas; es ir por tierra, mar y aire para encontrarles una casa; es tratar de dejar en las mejores condiciones una estancia en la que una persona lloraría si tuviera que dormir. En el voluntariado uno tiene que lidiar con situaciones a las que nunca se acostumbra y le parten en dos, haciendo que se odie así mismo por formar parte de una especie tan miserable; pero, también vive situaciones en las que se reconcilia con su especie y consigo mismo. He visto animales devueltos por mal aliento, otros a los que se les caía el pelo de todo lo que habían hecho con ellos y así un largo etcétera. Pasas de llorar de rabia a hacerlo de alegría con cada animal de la protectora que consigue un hogar.
Si fuera posible hablar con mi yo del pasado, se llevaría una buena bronca. En el tiempo que llevo tratando de echar una mano, me he llevado muchas lecciones: sobre convivencia y trato con animales de diversa índole, sobre limpieza, sobre realizar adopciones…al igual que lecciones sobre la vida y la humanidad. Soy alguien muy tímido, todavía no me deshago de la vergüenza, pero algo he progresado. Trato de ocultar mi faceta más patosa escuchando siempre antes de hablar y haciendo caso a todas las indicaciones, pero uno nunca se libra de cometer algún error de vez en cuando. En el voluntariado he aprendido a no dar nunca nada por hecho antes de tiempo y a pausarme antes de hacer cualquier cosa. No soy el más indicado para dar consejos sobre el voluntariado, pero si tuviera que hacerlo diría lo siguiente: hay que tener paciencia, hacer caso a lo que dicen las personas que llevan más tiempo que tú, estar dispuesto a esforzarte e ir con ropa que no aprecies – pues SEGURO que te vas a manchar-.
En lo referente a las adopciones, parece algo obvio y OJALÁ así fuera, pero un perro o un gato no piensa de la misma manera que un humano. Cada animal tiene su comportamiento, su forma de hacer necesidades y un tipo de juego distinto. Hay que hacer caso a los consejos y tener paciencia. No sé qué será de mí en el futuro, pero hoy puedo decir que el esfuerzo ha valido la pena. He tenido mis batallas en casa, pero ahora hay paz; gracias a la rutina y a la insistencia.
No voy a dar nombres de asociaciones porque no quiero recomendar unas más que otras. Insisto en que lo importante no es el lugar, sino la voluntad y la manera de hacer voluntariado. Tan importante es la persona que tiene que estar todo el día cogiendo llamadas, cómo la que se pasa la mañana limpiando. Lo importante es aportar nuestro granito de arena de una manera respetuosa y responsable. No hay un día en que no me acuerde de ese cartel por el que llegué a la protectora y esté agradecido por ello. De aquí a unos años, espero ser testigo de una ley de protección animal más justa aún, además de una adopción responsable. Recomiendo hacer voluntariado, ya sea ayudando a humanos o animales; más compartir vuestras vidas con un animal.