A cada mano alzada
alzaremos más nuestra voz,
hasta que
esos cobardes
reciban castigo.
Hay que ser cobarde
para pegar,
para gritar
a quien
no eres capaz
de querer
como merece.
Su hombría
es cobardía
escondida tras
el miedo,
falsa fuerza.
Sus dañinas palabras
son débiles mentiras.
No sabe amar.
Su cárcel:
tu libertad.
Nadie puede
quitarnos la libertad.
No tiene derecho
a decidir
tus pasos.
No pertenecemos a nadie.
No, no piensa en ti,
piensa en él.
Sus puños morirán,
tus palabras sobrevivirán.
Prometo callar
sus mentiras.
Prometo frenar
sus palizas.
Prometo que
no callaré,
que no ocurrirá
ante mis ojos.
Por las que se fueron.
Por las valientes
que sobrevivieron.
Por las que no callaron,
pero no las escucharon.
No nos quedaremos quietos.
Lucharemos contra esta locura.
No te rindas.
No des tus labios
a sus sucias manos.
Ni una más,
ni uno libre.
La violencia machista es una de las principales vergüenzas de nuestro país. A pesar de bajar la cifra de víctimas en 2016 (44, según el Ministerio de Sanidad), ha empezado con récord en el primer mes de 2017 (16). Para luchar efectivamente contra la violencia machista, deberíamos impulsar iniciativas en los centros educativos. Debería enseñarse desde la infancia en qué consiste una relación sana, basada en el respeto, el cariño y la igualdad. En lo referente a las sentencias judiciales, queda demostrado que las órdenes de alejamiento son inefectivas en el momento que se quedan en un papel. Hay que ser intolerables y actuar. Actuar no es solo denunciar, sino hacer lo necesario para asegurar el bienestar de las mujeres que han sido maltratadas. Ello implica garantizar que denunciar no les traerá consecuencias negativas como la deportación o el acoso por parte de la familia del maltratador. Ni una más, ni uno libre.