Una oleada de consecuencias esperamos los que tenemos conciencia de lo que sigue ocurriendo a estas horas en alta mar, tras un documental que trata de poner la mirada donde Europa se pone una venda. Tan cerca y a la vez tan lejos, lo primero que se me vino a la cabeza al ver Astral. Estaré contento si ésta Europa del egoísmo, el miedo a perder y las excusas vuelve a ser lo que los refugiados que prefieren arriesgar su vida en la mar a perderla en su tierra creen que es: una tierra de oportunidades e igualdad.
Llevamos mucho tiempo viendo como gente de países en guerra, con dictaduras o escasos de recursos trata de huir hacia lugares que cree seguros. Mientras unos dan su vida por llegar, otros se marchan para poder vivir como ellos creen que merecen. Es el caso de españoles, griegos e italianos que tratan de irse a otros países del mismo continente por encontrar en ellos lo que en sus países ha sido recortado por políticos que prefirieron quitar a los que tenían poco antes que quitar a los que les sobraba. Es una vergüenza que un continente que ha luchado durante décadas por la paz forjada en la unión, se desquebraje por la iniciativa de los que más tienen y menos necesitan. No creo que vaya a decir nada nuevo, pero hay ocasiones en las que es mejor otorgar que callar y no al revés. Si nos callamos seguiremos pagando los que no hicimos ningún mal para sufrir las consecuencias de los saqueos llevados a cabo por políticos que vivían por encima de sus posibilidades. No nos engañemos, ellos vivieron por encima de sus posibilidades y jugaron con las nuestras. Reino Unido priorizando la decisión de los mayores frente a la de los jóvenes, quienes pagarán la decisión de una salida que ellos mismos rechazaron. Listas en las que figuran esperanzas que se verán truncadas por algo que les incumbe, sin poder decidir. Desde mi punto de vista, los países más afectados por la crisis son los que trabajan para Europa, mientras que los beneficiados por ese trabajo dicen a Europa lo que tiene que hacer.
Los trabajadores seguimos abriendo las puertas a quiénes siguen viendo el viejo continente como lo veíamos nosotros, mientras que alemanes, franceses e ingleses se dedican a cerrarlas. No me pertenece hablar de política, pero sí movilizarme a favor de la entrada de personas que valoran lo que tenemos a pesar de que lo estemos echando por tierra. Ellos desean vivir y nosotros estamos rechazando ese deseo si no les ayudamos. Debemos reflexionar sobre la propiedad en lo que a fronteras se refiere, mirar atrás y, entonces, tomar decisiones que nos unan. Deberíamos darnos cuenta de que en nuestro continente estamos llevando a cabo un movimiento similar al de los refugiados: tratamos de irnos de nuestro país para ir a otro en el que podamos tener lo que en el nuestro no tenemos. La diferencia está en que los europeos buscamos dinero y los refugiados libertad. ¿Y si eso es mentira?. Un país con una educación limitada se convierte en un país sin diferencia de opinión y sin un progreso que sea provocado por la reflexión llevada a cabo para aprender las lecciones de nuestros errores. Un país con una sanidad acortada se convierte en un país en el que las enfermedades más pequeñas conllevan la contribución al desarrollo de las más graves por no poder pagar su cura. Luego, quitémonos la venda y asumamos que nos parecemos a aquellos que nos piden ayuda. Ambos luchamos por nuestra libertad.
Ojalá que los políticos europeos dejen de cerrar puertas a quiénes nos piden ayuda, ojalá que dejen de cerrarlas entre países del mismo continente, ojalá no tengas que decir adiós a tu casa, ojalá tú nunca tengas que marchar.