Estos días de frío en las calles,
cambian paisajes, cambian costumbres;
pero no cambian las mentes.
Nuestras cabezas no se enfrían, siguen igual.
Cara y cruz de esta moneda que es la vida
luchan por imponerse, finalizar su existencia.
Se reencarnan en distintos ámbitos:
izquierda contra derecha, religión contra ateísmo;
simpatizantes y contrarios a cada decisión
de cada voluntad y cuestión que se presenta
sin distinción de raza,color e idiología.
Cuestionamos toda nuestra existencia.
El debate es necesario, al igual que sus condiciones.
El debate en su esencia es la presentación
de dos visiones distintas sobre una misma idea.
Pero, para poder ser un debate decente,
debe ser respetuoso. Ello implica turnos de palabra,
que la voz del adversario no se imponga sobre la tuya,
hablar con propiedad y evitar el uso de la mentira
como recurso para no admitir la ignorancia.
Qué bonito sería el mundo, si lo anterior
se respetara.
Luchas dialécticas en todas partes, terminadas
cuando el mediador silencia a las dos partes.
Consecuencia del ruido provocado
por el grito de ambos bandos.
En todo debate vemos la dictadura del grito,
basada en callar a la razón alzando la voz.
La razón habla pausada, el grito es un rayo.
La razón repara las tempestades del temporal
que representa el grito.
El problema es que la razón llega más tarde,
lamentando que no pudiera frenar a su enemigo.
No hay peor héroe, que el héroe que llega tarde.
El grito es el único villano que muere siempre
después de cumplir su objetivo.
Me pregunto si esta enfermedad de no dejar hablar,
gritar cuando te corrigen y no admitir los errores,
tiene una rápida cura.
Pues sólo conozco la cura que se esconde tras lecturas
que provienen de libros cuyas mentes razonaron,
antes de que fueran creados.
Esa cura también se esconde en imágenes, cuadros,
escenas y actos que enseñan lo que otros esconden.
Detrás de cada argumento debería haber un razonamiento,
detrás de cada gesto un porqué y una voluntad:
la de asumir la responsabilidad de ser su creador.
Estos ejercicios no pueden ser llevados a cabo,
sin apoyo, sin derechos y sin educación.
Son las herramientas de cada persona para poder
representar la libertad y la verdad con dignidad.
Se arrepentirán si hacen exclusivas estas herramientas,
limitando su uso a quienes nos las recortan.
Quiten la palabra a la razón y dénsela al grito,
ya verán el caos que habrá irrumpido.
Pues una palabra sin razón para ser dicha,
es una palabra sin significado. Una palabra
que llevará al fracaso de su pronunciante
y afectará negativamente a sus receptores.
Respeta al adversario, defiende tus argumentos,
pero nunca hables para tu único beneficio.
Habla para luchar por los derechos, no para quitarlos.
Habla para dar voz a los que no la tienen.
La libertad y los derechos deben estar libres de todo debate,
salvo que sea para extender ambas causas.
Debemos debatir siendo conscientes de que, al debatir,
estamos haciendo que una persona tenga que elegir bando.
Por ello, todo por lo que hemos luchado debe ser respetado.
Incluir para excluir es atentar contra la libertad.