A sábado 15 de diciembre y con la humedad característica que envuelve la zona de Madrid Río, se corroboraba el Sold Out, en La Riviera, provocado por el fin de gira de Agua, Pan, Amor y Vino del artista Miguel Campello.
La puntualidad con la que se adueña del escenario y hace sombra al público provoca un estruendo emocionante. Una ovación que contagia gritos y movimientos dominados por la endorfina. La evolución de sentimientos que guía Campello dejan una botella de vino vacía y un aroma a flores característico, esencia de sus espectáculos.
Una fiesta auténtica con el merchandising en la parte trasera de la sala, las barras saturadas y fotocopias de abanicos con un estampado de lunares que se revolucionaban frenéticamente al son inquietante de Miguel Campello, que no paró de bailar ni un momento, excepto cuando se sentó para interpretar sus canciones que planteaban un clima aún más cálido, como No llora mi pez o Parque Triana.
Temas inéditos de su nuevo trabajo Entre mil historias se presentaron mientras un silencio catártico, que provocaba el olvido inmediato de estar en una sala rodeado de miles de personas, se intercalaba con los alaridos.
Su falda de volantes con ribete rojo estaba en continuo movimiento, en una oleada rítmica acompañada de la guitarra de Víctor Iniesta y Edu Pacheco, la trompeta de Pepe, el bajo de Carlos Agullo, Luis el batería y la flauta de Juan Carlos Aracil. Aunque no hay que olvidarse de la percusión de Miguel Campello ni del instrumento chatarrero que, cada vez más, cobra protagonismo escénico, el Hang.
Todos salimos indemnes de su enérgica conquista, de su provocación al conseguir que movamos las muñecas como folklóricos en potencia. Lo que puede hacer un repertorio enérgico y acogedor. Un repertorio que provocó la evasión de una noche cerrada y fría.