Dedicado a los profesionales que se juegan la vida para mostrar la realidad de la guerra. Y por supuesto, a quienes la sufren.
Esta mañana me he levantado temprano, y como cada día me he sentado a tomarme un café y a leer el periódico. He visto un artículo que me ha llamado la atención y quería compartirlo con vosotros. Se titula A ver si le dejan crecer, de Juan José Millás.
El autor señalaba algo así como «El mundo es un lugar al que hay que acostumbrarse» y mostraba una imagen en la que aparecía un niño durante la evacuación de enfermos de Guta Oriental rodeado de tres adultos que pertenecían a la Media Luna Roja. El pequeño miraba al equipo sanitario extrañado, ni siquiera asustado o preocupado, su mirada dejaba entrever que no sabía dónde estaba, ni quienes eran esos señores.
Mi abuela siempre me decía de pequeño que ojalá no creciera nunca . Todavía hoy me mira emocionada cuando voy a comer a su casa.
-¡Qué mayor estás! Me dice cada sábado.
Debo haber crecido tan rápido que ni siquiera me acuerdo de haber sido niño. Cuando mi abuela comienza a contarle a la gente historias de cuando era pequeño apenas logro acordarme de ninguna. Ella, por el contrario, recuerda toda su infancia porque sufrió una guerra que aunque duró tres años le ha pesado durante toda su vida. En Siria se acaban de cumplir siete años de conflicto . Solamente en 2016 fueron asesinados al menos 652 niños y 338 hospitales resultaron atacados.
Aún siendo adulto, en ocasiones, me siento extraño, siento que no conozco el mundo. A veces, incluso, me siento incómodo viviendo en él. No logro explicarme por qué después de lo que hemos trabajado para reconstruirnos como sociedad tras tantos enfrentamientos nos empeñamos en seguir provocándolos.
Ojalá llegue el día en el que todos los niños crezcan jugando, yendo al colegio y recibiendo el amor de unos padres que no hayan muerto fuisilados o ahogados en pateras.
Me da rabia escribir esta pequeña reflexión justo después de haber visto una imagen y leído un artículo. Es una prueba más de que tenemos la guerra tan interiorizada que apenas le damos importancia.