Más de cuatro décadas para firmar unas negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que todavía están en el aire. Este jueves 24 de noviembre sabremos si el país latinoamericano se despedirá del conflicto o si por el contrario, continuará abrazándolo.
El grupo revolucionario que ha marcado la historia del país durante más de medio siglo tiene su origen en el pacto firmado por liberales y conservadores en 1953. Este acuerdo quedó consolidado como el Frente Nacional, una coalición que pretendió eliminar cualquier influencia comunista del Estado e intentó expulsar a los campesinos comunistas que se habían establecido en zonas rurales de Gaitania (Tolima) durante el periodo de “La Violencia” (1948-1953).
El asesinato de un comandante comunista de la zona perpetrado por el ejército colombiano animó al llamado “Tirofijo” y a “Jacobo Arias” a regresar a Tolima. Como respuesta, los líderes de la insurrección instauraron la República de Marquetalia donde comenzaron actos defensivos y de resistencia, que en 1964 darían lugar a la organización de las FARC, a la que se sumaron otros grupos subversivos.
El objetivo de las FARC era en primera instancia conseguir libertad ante los mandos del Gobierno y el derecho a participar en el espacio político por la vía democrática, lo cual era inviable en el contexto de la Guerra Fría. Además, la realidad es que ni el escenario era Sierra Maestra, ni Colombia pedía en esos momentos una revolución.
En 1984 se produjo el primer intento de negociación entre el Gobierno de Betancourt y las FARC, conocidos como los Acuerdos de Uribe. Sin embargo, poca duración tuvieron estas conversaciones, pues la hostilidad entre el ejército nacional y revolucionarios no cesó en ningún momento.
Posteriormente, en 1991, se firmó un acuerdo de paz por el que se desmovilizaban algunos grupos subversivos de las FARC, abandonando la organización. Aunque los guerrilleros no contemplaron ninguna negociación hasta 1998. Durante casi esta década, los revolucionarios cometieron varios secuestros, asesinatos, violación de derechos humanos y prácticas del narcotráfico. Aunque el Gobierno tampoco se quedó atrás.
Pastrana inició un nuevo proceso de paz entre 1998 y 2002, pero como era de esperar también quedó frustrado. Una crisis política interna que hizo visible la debilidad e inestabilidad frente al grupo armado que estaba más fuerte que nunca. De hecho, perpetró varios secuestros a diputados, la retención del senador Gechem o la de la candidata presidencial Ingrid Betancourt, y el asesinato del gobernador de Antioquia, Gaviria.
Las últimas negociaciones se produjeron entre 2012 y 2016, dirigidas por Uribe y Santos, posteriormente. Durante el verano de 2015 cesaron las hostilidades y se produjo el alto al fuego por ambas partes. Sin embargo, la mayoría civil colombiana votó por el no a la paz en el referéndum de octubre. Un no a la paz en las condiciones que el Gobierno quería acordar.
¿Y por qué la población colombiana optaría por el no a la paz cuando lleva sufriendo 52 años de guerra civil? ¿No serían suficientes 250.000 víctimas?
En primer lugar, el nombramiento de Santos a Timochenko como comandante jefe de las FARC fue un acto muy impopular y desató mucha falta de confianza para los colombianos. Además, la campaña contra el no de los conservadores Pastrana y Uribe también tuvo bastante repercusión en la opinión pública. Pero principalmente, los motivos que más preocupaban a los ciudadanos de este último acuerdo de paz eran las condiciones. Se daría amnistía a algunos exguerrilleros, por lo que no tendrían consecuencias por los secuestros, extorsiones o reclutamientos forzosos y el daño y sufrimiento causado a las víctimas. La reinserción de los exrevolucionarios estaría financiada por los colombianos de a pie, mientras que los que tienen las manos manchadas de sangre saldrían beneficiados con las ganancias de la paz. Y por último, los que fueran liberados sin pena podrían entrar en política lo que supone una amenaza de izquierdas para el orden estatal.
Pese a haber fracasado el proceso de paz, las negociaciones no cesan. En los recientes acuerdos de La Habana, se han modificado los temas que preocupaban a la población y se han logrado ajustes y cambios muy significativos para satisfacer a la mayoría social, así como a sectores empresariales, víctimas del conflicto y organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Hoy se conocerá si el acuerdo es refrendado y si por fin, el pueblo colombiano consigue que más de 7.000 combatientes de las FARC dejen las armas y se inicien por la vía legal en la política. Se conocerá si por fin Colombia pone un fin duradero y garantizado a medio siglo de una violenta confrontación que ha dejado miles de muertos y desplazados, y un dolor de por vida a las víctimas de la guerra.