Todos los humanos tenemos miedo a diario. Aquella persona que lo niegue, lo hace por miedo a que los demás lo sepan, y esto le afecte.
Está presente en nuestro cerebro y en particular en ciertas neuronas «muy temerosas» (situadas en la amígdala, parte específica que procesa esta sensación) que, al mínimo estímulo, transmiten señal de pánico a todo el cuerpo. Ahora bien, no todo el mundo sentimos el mismo miedo, claro está. Todo ello depende de cuantas neuronas se alteren con cierto estímulo «miedoso».
La reacción por excelencia frente a un miedo es la «parálisis», «contener la respiración». Esto es una respuesta defensiva ya que nos quedamos inmóviles, tensos, lo que hace que suban las pulsaciones y adrenalina, preparándonos por si hay que actuar frente a esa situación en cualquier momento. El mejor ejemplo es el de los expertos en supervivencia, como Carlos Vico, que asegura que bajo el efecto del miedo se sobrevive a condiciones inimaginables. Él mismo sobrevivió en Groenlandia después de 14 horas rodeado de nieve y hielo, y no sólo eso, ¡TODA SU ROPA EMPAPADA! Esto fue gracias, en gran parte, a ese miedo a morir latente en todo ser vivo.
Para demostrar que el miedo es algo que se aprende, James Watson y Rosalie Rayner llevaron a cabo un experimento en 1920 el cual en la actualidad consideraríamos «poco ético». Hizo de un niño de 11 meses (Albert), su voluntario para dicho experimento. Básicamente consistía en dejarle jugar con una rata de laboratorio durante un período. Después, y de manera repentina, comenzarían a reproducir un sonido estridente (el cual causaba miedo al niño) en cuanto Albert veía a dicha rata. El resultado fue que el cerebro del niño, asoció rápidamente dicho sonido a la rata, con lo que comenzó a asustarse con sólo ver a la rata, sin necesidad del sonido.
¿Por qué hay gente que lo disfruta?, te preguntarás. Bien, esta sensación de gusto frente a una situación de miedo sólo se produce cuando la persona siente que está a salvo, entonces es la adrenalina la que se encarga de hacer que disfruten de la situación mientras que las neuronas de la amígdala transmite al cuerpo que, pese a todo, estamos a salvo.
Pero… ¿Cuál es la clave para superar cualquier miedo, por fuerte que sea? La respuesta es bien sencilla: exponerse a la situación que asusta para comprobar que «no es para tanto» (ya que dicha sensación tiende a exagerar las situaciones de miedo en nuestro cerebro). Esto desencadena un reajuste en la escala de temores, que provocará (si no lo elimina del todo) su reducción.
Eso sí, hay que ser valiente para enfrentarse a un miedo por decisión propia… no lo vamos a negar.