Es común en estas fechas ver comidas y cenas copiosas acompañadas de vino, champán o cava. En concreto el champán (o cava, y puede sustituir champán por cava en cualquier sitio del artículo, de ahora en adelante) se suele servir muy frío y en copas. Bien, una vez se han servido todas las copas de los comensales, ¿qué se hace con el champán? Pues bien, se suele dejar o bien en una cubitera (los más exquisitos) o sobre cualquier superficie, eso sí, con una cucharilla introducida por el mango.
Esto es algo que desde que soy consciente me ha llamado mucho la atención. Y es que en mi cabeza no cabía la posibilidad de que una cuchara hiciera la misma función que un tapón metido a presión, evitando así el escape del gas de la botella… era algo inaudito para mi cerebro. De modo que, tras verlo de nuevo estas navidades, decidí investigar su origen.
Resulta que esta costumbre se lleva haciendo años y años, pero en su orígen no se usaba con el fin de «para que no se escapen las burbujas«, si no que la razón estaba en la termodinámica. Como sabemos, las partículas de un gas se mueven más rápido a mayor temperatura, y viceversa. Lo que intentaban conseguir colocando la cuchara en el cuello de la botella no era más que cuestión de conducción del calor, dado que la cuchara de metal, al ser conductor, absorbería cierta cantidad de calor de la botella, con lo que las partículas de gas (o burbujitas) se moverían más despacio, escapando más lentamente.
Aunque con sentido, esto no llega a ser efectivo prácticamente, ya que una simple cuchara no es capaz de absorber mucho calor con ese contacto mínimo en el cuello de la botella. Sin embargo lo que me parece interesante de esto es que mucha gente continúa haciéndolo, pero bajo otra excusa, y es que se piensa que la composición de la cuchara reacciona con el champán, y ésta obliga a las burbujitas a quedarse quietas dentro de la botella.
La verdad que no sé como ha podido derivar una teoría basada en absorber calor a otra basada en reacciones químicas entre cucharas y champán… Lo que sé es que ahora usted va a poder afirmar con total seguridad, e incluso rebatir, que no hay ninguna reacción detrás de la «cucharita dentro de la botella de champán», ni siquiera una transferencia de calor, simple y llanamente, lo que hay es una falacia tan grande como todas las botellas de champán «habidas y por haber» juntas.