La FUNDÉU define migrante como toda persona que abandona su lugar de origen para establecerse en otro. En la actualidad el número de personas migrantes internacionales que dice adiós a su país, en su mayoría por motivos laborales, ronda los 272 millones. No obstante, esto apenas supone el 3´5% de la población mundial.
Tras la II Guerra Mundial se crea la Convención del Estatuto de los Refugiados donde definen a la persona refugiada como aquella que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él».
Según ACNUR existen casi 26 millones de personas refugiadas y un millón de apátridas, es decir, personas a las que las han negado una nacionalidad y, por ende, derechos fundamentales que todo ciudadano y ciudadana deberíamos tener. Naciones Unidas declara que los países con más apátridas son Birmania (minoría rohingya), Costa de Marfil (minoría voltense), Letonia y Estonia (minoría rusa), y República Dominicana (haitianos).
A pesar de las diferencias se debe tener claro que, en la mayoría de los casos, con estos desplazamientos las personas necesitan salvar sus vidas. Además, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art. 13 y 14, dice:
“Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”.
Un país de refugiados
El discurso del odio que en un principio ronda la mente de algunos españoles, en su mayoría por ignorancia, ha llegado al Congreso y a los medios de comunicación. Los partidos de ultraderecha votan y manipulan en contra de las personas refugiadas así como de los migrantes en general. Es paradójico que ocurra en España, un país caracterizado por la inmigración y además con una gran historia de exilio. Se debe tener presente la historia, lo que hace acordarse de las miles de personas refugiadas durante la Guerra Civil y la posterior dictadura.
Durante la guerra (1936- 1939), miles de personas se ven obligadas a abandonar sus casas, su familia, sus estudios o sus trabajos por el mero y contundente hecho de sobrevivir. La mayoría cruzan forzosamente la frontera francesa pero otros emprenden vida hacia los países latinoamericanos. Se conoce que alrededor de medio millón de compatriotas atraviesan la frontera, en su mayoría, de forma irregular y de las cuales algunas personas regresan con la vuelta de la democracia mientras que otras echan raíces en el país vecino.
La migración por motivos económicos durante el franquismo coloca a Bélgica como uno de los países que acoge a un gran número de familias en busca de un futuro próspero que la dictadura les ha arrebatado.
Un país con un pasado de migración debería abrir las puertas a quienes buscan un futuro. Las personas refugiadas se juegan la vida y los medios económicos de los que disponen con un único objetivo: vivir y luchar por sus ideas.