La lucha del feminismo ha significado, a lo largo de estos últimos siglos, uno de los movimientos más relevantes contra esta sociedad patriarcal. Como es sabido, esta reivindicación defiende la emancipación y libertad de las mujeres humanas, las cuales son oprimidas y silenciadas en nuestro sistema actual.
No obstante, nos surge otra cuestión al respecto. ¿Qué sucede entonces, desde la perspectiva feminista, con la opresión de las hembras no humanas?
Como es sabido, en esta sociedad de consumo, los animales conforman uno de los colectivos más vulnerables y olvidados de nuestro sistema. Y es que no debemos de olvidar que la producción y tratamiento de los animales en la industria cárnica, junto con la láctea, la producción de huevos y la pesca agresiva, conforma uno de los ataques más notables contra nuestro medioambiente.
Según informa la investigadora del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València (IDH), Raquel Vaño, “la contribución actual de la ganadería al calentamiento global asciende al 18%, porcentaje superior al del transporte. Además, el consumo de agua del sector ganadero supera el 8% del consumo humano en un planeta en el que más de mil millones de personas no tienen agua suficiente para cumplir con los niveles mínimos de salud«.
La experta apunta que «si los seis mil millones de habitantes del planeta vivieran con el mismo nivel del que gozan los mil millones más ricos, se necesitarían al menos tres planetas para obtener los recursos y absorber la contaminación«. Es decir, «comer carne en las proporciones actuales no es sostenible para el planeta«, recalca.
Para contestar a esta segunda pregunta deberemos de analizar y comparar, desde una perspectiva de género, como el sistema capitalista de producción y consumo junto con el patriarcado interfiere a la hora de producir las grandes cantidades de productos de origen animal.
Tanto a las mujeres como a las hembras no humanas, en concreto vacas, cerdas, gallinas, entre otras, son reducidas bajo el filtro de la maternidad y su capacidad reproductora para poder conseguir rentabilidad al respecto. En el caso de estos animales son utilizados para producir leche o huevos en base a dicho principio.
Este hecho genera paralelismo con la responsabilidad implícita y obligatoria de la maternidad que se le asume a las mujeres humanas por el simple hecho de poseer esta capacidad.
En el caso de la producción de leche, las hembras, sean vacas, cabras o tal vez ovejas (u otro animal destinado a este negocio), son obligadas a estar gestando constantemente ya que de esa manera, al igual que el resto de las mamíferas de la Tierra, logran segregar leche para sus crías.
En el caso de las vacas, las cuales por naturaleza solamente pueden llegar dar a luz a una e incluso a dos terneras al año, son oprimidas y castigadas a permanecer en constante proceso de gestación para poder extraer centenares de litros de leche de sus ubres durante su lactancia.
Posteriormente, la cría, en el caso que sea una ternera, será destinada a convertirse en carne en el matadero o en caso contrario, si es un macho, será destinado a procrear constantemente para sacar rentabilidad al respecto. Un patrón que se repite en el resto de animales y que muestra la ambición de productividad y patriarcal de su proceso.
Este modelo capitalista y patriarcal se puede comprobar, a nivel humano, en la gestación subrogada. Esto se debe a que a las mujeres cis son reducidas y cosificadas a simples «vasijas» para quedarse embarazadas y obtener rentabilidad de su producto. Todo ello, bajo el mismo filtro de maternidad y capacidad reproductora.
Diferentes activistas feministas antiespecistas, las cuales luchan por la abolición del patriarcado y la liberación del ser humano y del resto de especies, publicaron un manifiesto en el 2019 en el medio digital ElDiario.es titulado “El feminismo ha de ser antiespecista” en donde defendían que no se puede perpetuar patrones antropatriarcales y supremacistas de especie en la lucha feminista.
Por consiguiente estos ejemplos y más, también se encuentran en el documental titulado Cowspiracy, de los directores Kip Andersen y Keegan Kuhn, los cuales en 2014 denunciaron la explotación y el maltrato animal en las granjas lácteas y como afecta al medioambiente.
Por lo tanto, ajeno al debate entre ecologismo y animalismo, el hecho de presentar una visión feminista y antiespecista, no solamente favorece a la liberación interseccional y transversal de las mujeres humanas, sino también a la liberación del resto de especies y como consecuencia,a la mejora paulatina del medioambiente.
Esto demuestra que, la liberación y la emancipación de un sujeto oprimido, como es el caso de las mujeres u otros colectivos discriminados, siempre se encuentran transversalmente afectados por una serie de consecuencias originadas por un mismo germen: la sociedad cisheteropatriarcal con cultura colonial. Todo ello, con el apoyo de un sistema de consumo capitalista.
Y es que como indicó la activista afrofeminista y antiespecista, Angela Davis, en su obra titulada Mujeres, raza y clase, “el feminismo eficaz tiene que luchar contra la homofobia, la explotación de clase, de raza y género, el capitalismo y el imperialismo”.