La semana pasada los niveles de contaminación hacían saltar todas las alarmas en la ciudad de la «Boina Verde« (Madrid).
Como así establece el gobierno, el nivel de contaminación se clasifica en tres estados: el estado de pre-aviso, que indica que existen unos 180 mg/m3 de dióxido de nitrógeno (NO2) en el ambiente, el estado de aviso, el cual aumenta la tasa hasta los 200 mg/m3 de NO2, y por último el estado de alerta, el cual se establece cuando la concentración supera los 400 mg/m3 de NO2 en más de dos puntos de la ciudad.
La ciudad ya estuvo en el estado de pre-aviso durante días, el cual provoca que se limite la velocidad de conducción a 70 km/h en la carretera M-30. Fue el lunes cuando se prohibió aparcar a ciudadanos que no fueran residentes de la zona rodeada por la M-30, lo que significaba que subíamos al nivel de aviso.
La noticia chocó bastante, pero mucha gente estaba de puente ya que el martes era día festivo en la capital. Fue ese mismo martes por la noche cuando de verdad estaban los niveles de contaminación en situación de peligro. El gobierno estuvo a punto de establecer el último nivel de contaminación, el de alerta. Esto nos hubiera afectado, como conductores, en la división activa de la circulación, o lo que es lo mismo “un día matrículas pares y otro impares”.
Muchos países de la Unión Europea se han visto afectados por estas situaciones, de hecho Londres ha activado más de una vez el estado de alerta y ha obligado a los coches a circular de manera alterna por la ciudad.
Pero, ¿por qué nos preocupamos tanto por los niveles de NO2?
Para empezar este gas (como muchos otros de su familia) es producto del tráfico rodado y de la quema de combustibles fósiles. Como consecuencias de su exposición a largo plazo, numerosos estudios realizados indican que disminuye la función pulmonar y además aumenta el riesgo de aparición de síntomas respiratorios como la bronquitis aguda o la tos. Además las personas más afectadas y vulnerables a la exposición del mencionado gas son las personas con asma y los niños.
La producción de NO2 se ha aumentado de manera exponencialmente en los últimos años, y una de las grandes culpas las tienen los motores diésel, ya que el gasoil (combustible) de este tipo de automóviles produce más NO2 que los gasolina.
El problema está en que la mayor parte de la población usa vehículos a motor diésel (aproximadamente un 60% de todos los coches en Madrid).
Es cierto que de un momento a otro no podemos dejar de usar nuestros vehículos, ya que suponen un gran avance en nuestra sociedad y favorecen a nuestra productividad y bienestar, pero es cierto que se pueden (y de hecho ya se está haciendo) reemplazar estos motores con aquellos de carácter eléctrico, que poco a poco van mejorando en potencia y consumo. Son vehículos que no contaminan prácticamente nada, lo que supondría una mejora increíble de la situación de gases contaminantes actual.
Sumado a esto hay que recordar que en ciudades como Madrid, todos disfrutamos de un transporte público de calidad. Aun así desde Actualidad Joven animamos al gobierno a que abarate el uso del transporte público durante los períodos de alta contaminación, lo que fomentaría su uso.
Estas propuestas y avances han nacido gracias a la investigación y al desarrollo, junto con la innovación (I+D+I) que al final es lo que toda ciudad o incluso país necesita para mejorar su situación, lo cual detalla nuestro compañero y redactor Miguel Jiménez en su artículo: 10 motivos para invertir en I+D+I