Se ha creado el primer nanorobot capaz de localizar y exterminar formaciones cancerígenas a través del torrente sanguíneo
Los científicos Suping Li, Qiao Jiang, Shaoli Liu y Yinlong Zhang han sido los responsables de esta creación capaz de hacer algo nunca antes logrado.
Estamos quizá ante un verdadero punto de inflexión para la ciencia de la salud. Este paso podría significar el punto y final (de una vez por todas) a esta lacra continua que es el cáncer.
El robot en cuestión consta de una base compuesta de fragmentos de ADN junto a cuatro moléculas de trombina, enzima que participa en el proceso de coagulación de la sangre, que ayuda a localizar las células cancerígenas. Estructura que se retorcerá sobre sí misma para circular por el torrente sanguíneo.
El tamaño de estos nanorobots es realmente diminuto: 90×60 nm. Es decir unas 1000 veces más pequeño que el ancho de un pelo.
Su funcionamiento es «simple«:
El dispositivo viaja a través de la sangre en forma de tubo hueco hasta que la trombina detecta la presencia de células cancerígenas, a lo que responde haciendo que el nanorobot se desdoble de tal forma que «aterrice» y comience a captar todo lo que intente pasar a través de esa vena hacia las células cancerígenas. De esta manera dichas células maliciosas no tienen con qué alimentarse, formándose una trombosis intravascular inducida por esta captación de sustancias. Esto se traduce en que, bloqueando todo tipo de «alimento» para dichas células, estas «mueren de hambre».
Lo importante de este mecanismo es la autonomía completa con la que se ejecuta. Da que pensar, sobre todo uno se pregunta si, con la tecnología actual, esto no debería haber sido posible mucho antes, y que si de verdad lleva existiendo mucho tiempo pero de alguna manera se esconde para que se gaste dinero en «tratamientos efectivos», sabiendo el tipo de enfermedad del que estamos hablando.
Por unas o por otras, se trata de un avance histórico, que culminará con un primera prueba satisfactoria en humanos, ya que de momento sólo se ha probado satisfactoriamente en ratones.
¡Ánimo científicos!