En las últimas décadas el ser humano ha ido cambiando constantemente de hábitos alimenticios; en ocasiones, con las conocidas dietas ‘milagro’, dietas para deportistas o algunas evitando carbohidratos. Sin embargo, sigue sin olvidarse el origen de la alimentación básica, aquella con la que tan solo ofrecía lo que daba la tierra.
Es el caso de la Paleo Dieta o dieta del hombre de las cavernas, es decir, el tipo de dieta que surge de la era del Paleolítico, y sigue una premisa muy sencilla: consumir todo aquello que el ser humano estaba habituado a comer en función de las condiciones del entorno; en otras palabras, consumir alimentos a los que nuestra fisiología está más adaptada, y evitar los alimentos introducidos durante las últimas décadas, puesto que no se pueden digerir ni aprovechar de la misma manera.
Pero nos preguntamos, ¿qué alimentos son aptos para la Paleo Dieta? La respuesta está basada en carnes, pescado, verduras y tubérculos, principalmente, la cual está especialmente diseñada para ser combinada con el estilo de vida habitual, sin necesidad de pasar hambre y aportando todos los micronutrientes que se necesitan:
Consumir:
- Frutas, vegetales y tubérculos
- Carnes que hayan comido pasto
- Mariscos
- Nueces y semillas
- Grasas saludables
- Especias y condimentos
Evitar:
- Lácteos
- Granos y cereales
- Alimentos procesados
- Azucares
- Legumbres
- Almidones
- Alcohol
Consumiendo este tipo de alimentos en la Paleo Dieta se consigue energía natural y constante durante todo el día, ya que los micronutrientes que ofrece este tipo de comida son los más óptimos para evitar abatimientos después de los almuerzos o bajones a media mañana, pudiendo controlar los niveles de azúcar en sangre y que los músculos trabajen con facilidad, en lugar de almacenarse como grasa.
Sin embargo, los nutricionistas aconsejan que hay que consumir todo tipo de alimentos, de manera equilibrada y sin excesos, siguiendo el modelo de la pirámide alimenticia, ya que seguir este tipo de dieta puede conllevar problemas a largo plazo por la supresión de ciertos alimentos, como los lácteos, legumbres o cereales, esenciales para el funcionamiento de nuestro organismo.
La cuestión se plantea y la respuesta queda en el aire, ¿seguir el modelo convencional o probar nuevas alternativas?