Aún queda mucho por hacer; muchos derechos por los que luchar y mucha igualdad que conseguir.
Hoy es 8 de marzo de 2017, día internacional de la Mujer Trabajadora. No solo es un día de celebración, sino de reivindicación por las reclamas que aún siguen pendientes y de homenaje a todas las víctimas asesinadas a manos de sus maridos.
Hace un siglo se iniciaron los primeros movimientos por la igualdad de género. Tres oleadas feministas bastaron para terminar con la alienación de las mujeres, liberarlas del dominio del patriarcado e incorporarlas al mercado laboral, aunque no en igualdad de condiciones que el sexo masculino.
Mujeres valientes como Emma Goldman, Alexandra Kollontai, Victoria Kent, Rosa Luxemburgo o Clara Campoamor consiguieron en la década de los 30 el sufragio femenino unido a la concesión de derechos y libertades económicas, sociales y jurídicas. Se aprobó la ley que permitió heredar a las mujeres y se les concedió el derecho de abrir cuentas bancarias sin autorización tutelar. Se reguló la ley de la custodia de hijos y se aprobó el divorcio. Mejoraron los derechos sexuales femeninos en tanto que se reguló el ejercicio de la prostitución, y se otorgaron leyes para mejorar las condiciones laborales posibilitando el bienestar de las mujeres en su trabajo asalariado.
A partir de los años 30, en la segunda ola feminista, se consolidaron todos estos logros y se impulsaron movimientos de emancipación femenina. Se crearon sindicatos para reclamar la igualdad laboral respecto a los hombres, además de la liberación del patriarcado, la subordinación sexual y la maternidad obligatoria con el auge de los métodos anticonceptivos.
Y como continuación de la defensa de estas campañas feministas, a finales del siglo XX, las sufragistas quisieron liberar y empoderar a todas las mujeres del mundo, con indiferencia de motivos raciales, culturales o religiosos.
Sin embargo, quedan muchos logros por conseguir. La batalla por el feminismo cada vez es más fuerte, pero no hay que olvidar que hoy por hoy, todavía no existe la igualdad de género. Estamos ante una sociedad estructurada en base a un heteropatriarcado familiar. Contamos con una de las mayores brechas entre los salarios de hombres y mujeres. Siguen siendo ellas quienes se encargan del cuidado de los hijos y el hogar mayoritariamente. Y además, la Iglesia aún cree tener poder sobre las decisiones de planificación de la vida reproductiva o sexual de las mujeres.
Pero más allá de estas obviedades, están latentes las campañas contra la violencia de género, fruto de la falsa superioridad de los hombres que muestran su recelo a la equiparación de sexo, y que desprecian el trabajo que hacen todas ellas o la inteligencia que albergan.
Es necesario asimilar que nuestra sociedad es machista para desmontarla. Combatir la pornografía, proteger a las mujeres de violaciones y la violencia doméstica, tipificar el acoso sexual y reconocer sus derechos laborales. Emancipar a todas las mujeres del sometimiento de sus maridos, de las estructuras machistas del Estado o de las instituciones religiosas. Pero sobre todo, fundamentar la igualdad de género en una transformación de la educación que se aleje del sexismo y de la misoginia.
No es una lucha únicamente de mujeres, los hombres también son partícipes en la conquista del feminismo.
“Mujer, ni sumisa ni devota. Te quiero libre, linda y loca.”