La desmesurada sociedad capitalista de consumo y los ataques constantes, tanto al ecosistema como a su fauna, ha provocado que desde la revolución industrial confeccionada a finales del siglo XX, nuestro planeta se encuentre sumergido en constantes deterioros y ataques medioambientales irreversibles que marcan un futuro muy catastrófico para las próximas generaciones.
Según diferentes organizaciones ecologistas como WWF o Greenpeace, defienden que “el cambio climático está afectando a procesos esenciales de muchos organismos, como el crecimiento, la reproducción y la supervivencia de las primeras fases vitales, pudiendo llegar a comprometer la viabilidad de algunas poblaciones. Ecosistemas como los humedales están en riesgo de desaparecer totalmente, y especies como el oso pardo o el alcornoque están en peligro de extinguirse en nuestro país”.
Como contrarrespuesta a todo este caos medioambiental, desde hace décadas, el movimiento del ecologismo ha ido cobrando cada vez más fuerza y conciencia social.
Esto se debe al comprobarse de manera empírica, las devastadoras consecuencias de la repetida matanza intencionada en nuestro ecosistema como reflejo de la productividad agresiva de los grandes gobiernos, empresas y fábricas privadas que buscan lucrarse a costa de estos crímenes.
Este hecho, propio de un sistema capitalista, colonial y patriarcal, genera paralelismo con otro de los movimientos sociales que más caracteriza a estos últimos siglos: el feminismo. Y es que aunque a primera vista parecen luchas diferentes, su visión de independencia, empoderamiento y cambio ha hecho que mantengan objetivos y principios afines.
Desde la liberación de la mujer en un sistema cisheteropatriarcal hasta la protección del medioambiente y de su ecosistema, se mantienen en pautas concisas basadas en la abolición y el rechazo de una serie de elementos y causas que, de forma directa e indirecta, han provocado de manera sistemática, la opresión y la destrucción del concepto de libertad y el bienestar general.
Tal y como defiende la filósofa feminista Alicia H. Puleo en su obra Feminismo y Ecología, “desde el feminismo y el ecologismo es muy difícil detener a un colectivo que ha llegado a la autoconciencia y se ha esforzado por adquirir la formación necesaria para salir de su antigua exclusión. A lo sumo se puede retrasar la llegada a las metas emancipatorias con diversas estrategias pero no impedirla; en el del segundo, por la cada vez más evidente insostenibilidad del modelo de desarrollo tecno-económico”.
El ecofeminismo
Por ello, en base a estos principios, surge el ecofeminismo; un movimiento que defiende de forma interseccional y transversal esos términos de emancipación, liberación y cuidado, tanto de la mujer como del medioambiente. Luchan por una clara alternativa a esta sociedad
capitalista y patriarcal que oprime y aniquila diariamente a los colectivos más vulnerables.
Otras autoras como la física nuclear y filósofa ecofeminista india, Vandana Shiva, autora de uno de los manuales más relevantes y esenciales del ecofeminismo, Staying Alive: Women, Ecology and Development, se ha convertido en una de las mayores referentes de esta lucha.
En su obra propone una crítica descolonial al desarrollo de consumo y tecnológico occidental, el cual ha calado en todo el mundo y que sigue generando desigualdad y violencia contra la naturaleza y la mujer.
Esto es un claro ejemplo de la importancia que resulta que un movimiento de liberación como es el caso del ecofeminismo sea expresamente interseccional.
Esto se debe a que no solamente muestra los intereses de un porcentaje de mujeres occidentales con ciertos privilegios sociales y económicos como su blanquitud. También interfiere de forma transversal intentando visibilizar la realidad de otros colectivos de mujeres olvidadas sin tener en cuenta su etnia o su status social, entre otros.
Esto se puede apreciar con claridad en diferentes casos que desde la falsa realidad de Occidente no se llega a dar la cobertura, tanto social como mediática, óptima al respecto.
Con esto nos referimos por ejemplo a la histórica resistencia indígena y campesina frente al ataque constante de su hábitat en zonas como el Amazonas o la Polinesia o la oposición palestina por la defensa de sus tierras frente al apartheid israelí.
Pero, ¿qué papel juega la mujer en estos actos de resistencia? La respuesta es concisa: la mujer, desde el inicio de la humanidad, en concreto en situaciones de represión y violencia, la mujer ha ejercido un protagonismo vital para la supervivencia y justicia social de su comunidad.
Ajeno a prejuicios sociales relacionados con la maternidad o los roles de género, la mujer conforma una de las figuras más fundamentales pero muchas veces silenciadas de la resistencia y la lucha por la igualdad y libertad.
Este también es el caso de mujeres como Mary Lowson, Una Wilson o Agnes Hodgson, las cuales lucharon en la Guerra Civil Española en el bando de las Brigadas Internacionales contra el fascismo y el sistema patriarcal bajo el lema “por la más justa de las causas, la de la Libertad”.
El ya citado caso de la resistencia de las mujeres palestinas conforman el resultado de uno de los centenares de proyectos llamado “Mujeres Rumbo a Gaza”.
En él, apuesta por el reconocimiento de un feminismo interseccional y descolonial, en donde no solamente se enfrentan a la represión y criminalización de la entidad sionista sino también se ven afectadas por un sistema patriarcal que las reduce a sujetos pasivos renegados de los espacios públicos.
Estas mujeres, cuyo objeto consiste, entre otros, promover la cultura e identidad palestina y proteger el ecosistema y fauna autóctona de sus tierras frente al apartheid israelí, recrean, al igual que el resto de mujeres, sin tener en cuenta su identidad de género, su status social o su etnia, un claro ejemplo de lucha interseccional y transversal que caracteriza al
ecofeminismo y a la lucha descolonial.