La nueva visión del periodismo de deportes en televisión, protagonizada por el sensacionalismo, dará mucho que hablar en los próximos años y no estará exenta de polémica.
Uno de los espacios que más triunfan en la televisión española son los deportes. Tanto Deportes Cuatro (Mediaset) como Jugones (Atresmedia), han liderado de manera incontestable el proceso de conversión del espacio de deportes en un informativo. Ahora son espacios totalmente independientes con una duración que oscila entre los 30 y los 90 minutos.
El éxito de estos programas está basado en el sensacionalismo elevado a la máxima potencia. No es una manera equívoca de hacer periodismo, porque sin el modelo sensacionalista no existiría el periodismo tal y como lo conocemos hoy en día, y no es ni mucho menos un concepto peyorativo. Pero a la hora de fabricar un producto deportivo no creo que sea el formato ideal. La esencia y los valores que el deporte transmite no se reflejan en absoluto.
Las redes sociales, el exceso de información y la viralización de las noticias han tomado parte en la evolución de los programas deportivos en televisión, en los cuales se ha terminado optando por los contenidos morbosos, los líos y las polémicas. Dejando de lado las noticias importantes, los resultados y los mejores momentos de cualquier competición; el ‘ABC’ del periodismo deportivo.
Un cambio necesario
En los programas mencionados en el primer párrafo, la mayoría del tiempo se habla de fútbol. Tienen media hora (en el caso de Jugones) o 90 minutos (lo que dura un partido, en el caso de Deportes Cuatro) para hacer un producto de calidad, donde se pueda hablar incluso de la Segunda División, de fútbol femenino, de competiciones internacionales o de otros deportes que no tienen cabida en otros canales, pero prefieren malgastar el tiempo hablando del nuevo corte de pelo de Isco, de la última fiesta de cumpleaños de la hermana de Neymar o de la guardería a la que van los niños de Cristiano Ronaldo.
Eso en cuanto al fútbol, porque respecto a otros deportes solo se informa si ha habido algún caso de dopaje, muerte, enfermedad o ruptura matrimonial. Lo de crear historias conmovedoras a través de personajes famosos está muy bien, pero para eso ya están las series y las películas.
Se quejan de la violencia en el deporte pero venden un partido como si fuera una batalla, con la banda sonora de Gladiator; muestran vídeos de accidentes impactantes en carreras de coches pero no te dicen quién fue el ganador; si Rafa Nadal pasa de ronda en algún torneo no cuentan nada, pero si ayuda en la zona de la catástrofe en Sant Llorenç, le elevan al Olimpo de los dioses; si el Barcelona gana sin Messi, olvídate de ver los goles y el resumen del encuentro, porque el astro argentino está lesionado y es más importante enfocarle todo el rato ensalzando su espíritu de equipo, su altruismo y la energía que transmite desde la grada. Ni el mejor profesional de las ciencias ocultas y la adivinación firmaría un mejor análisis. No informan de nada relevante. Es enfermizo.
La audiencia, decisiva
Entiendo que se centren en este tipo de contenidos porque es lo que vende en la actualidad y los picos de audiencia se disparan, pero lo único que hacen con esto es darle más protagonismo a la audiencia a la que no le gusta el deporte. Sólo ven estos programas por puro cotilleo y no me parece justo que los espacios deportivos excluyan los contenidos esenciales y traicionen a sus más acérrimos aficionados. Esta idea de Sálvame deportivo puede que tenga muchos intereses detrás, tanto de empresarios y trabajadores de las cadenas televisivas, como de los máximos dirigentes de organismos deportivos nacionales que se lucran a espaldas de los telespectadores.
Si la cosa no cambia en los próximos años, muchos aficionados al deporte dejarán de ver estos programas y preferirán informarse por su cuenta; sólo quedará la parte de la audiencia que no es consciente de la nefasta calidad del producto que está consumiendo.
Desgraciadamente, si los verdaderos amantes del deporte quieren un producto serio, donde prime la seriedad y el rigor, deberán pagar por él. Esa es la triste y cruda realidad.