El pasado mes de noviembre, el Ministerio para la Transición Energética propuso prohibir la venta de vehículos diésel, gasolina, híbridos o propulsados por gas a partir del año 2040, pero ¿es factible llevar a cabo esta medida? ¿estaremos preparados?
En la actualidad, la mayor parte del parque automovilístico se compone de vehículos diésel y gasolina. Más del 85% de los vehículos que circulan a día de hoy son de este tipo, y su venta sigue ganando por goleada a coches eléctricos e híbridos.
Las ventas están encabezadas por los coches de gasolina, los cuales tuvieron un gran repunte el pasado año, debido al descenso en las ventas de coches diésel, que siguen en segunda posición, pero se alejan del liderato. El principal motivo para explicar el declive del diésel podría estar en los anuncios de restricciones que se han ido dando por parte de los gobiernos en los últimos años.
La mayoría de la población es consciente de que los coches diésel y gasolina son altamente contaminantes y, sin embargo, esto no se ve reflejado en el aumento de ventas de coches eléctricos que cabría esperar. Esto se debe fundamentalmente a tres grandes motivos: el precio de los coches eléctricos es en general muy superior al de los coches tradicionales, los puntos de recarga son todavía muy reducidos y, también en términos generales, los coches eléctricos tienen menor autonomía.
Sobre el papel, la idea de que todos los coches que se vendan a partir de 2040 sean eléctricos es buena, pero esto conlleva una serie de grandes retos frente a los cuales debemos estar preparados:
Si el parque automovilístico pasa de la diversidad actual (coches diésel, gasolina, gas, eléctricos, híbridos…) a la exclusividad de los coches eléctricos, supondrá un aumento enorme de la demanda, pero también del consumo de electricidad. A mayor demanda, mayor precio, es decir, todo esto se traducirá en un aumento de la ya abultada factura de la luz.
Por otro lado, aunque España es un país con las condiciones óptimas para producir grandes cantidades de energía a partir de las renovables (eólica, mareomotriz, solar…), lo cierto es que la mayor parte de la energía que consumimos sigue procediendo de fuentes de energía no renovables y altamente contaminantes (nuclear, carbón, gas…). Además, buena parte de la energía que utilizamos es importada, principalmente de Portugal y Francia.
Esto hace que, si la demanda de coches eléctricos aumenta, la producción de energía tiene que aumentar también y, si esta energía se obtiene de fuentes contaminantes, seguimos sin dar solución al problema contaminante. Por lo tanto, el proceso para reducir la contaminación con la implantación del coche eléctrico tiene que pasar necesariamente por el cambio en la forma de producir la energía.
Por otro lado, sorprende que en esta propuesta también se incluya la prohibición de vender coches híbridos a partir de 2040. Bien es cierto que los coches híbridos utilizan un motor alimentado por gasolina o diésel (contaminante), combinado con un motor eléctrico, que hace que la contaminación final no sea tan grande. Pero ¿y si la solución a los problemas asociados a coches eléctricos se resolviese con un vehículo “híbrido 2.0”?
Los coches híbridos utilizan el combustible para generar energía cinética que alimenta las baterías del motor eléctrico, por lo que no es necesario enchufarlos.
De esta manera, podría diseñarse un coche híbrido que utilice un biocombustible para producir la energía cinética para alimentar las baterías eléctricas. Al ser híbrido, se reduciría el (bio)combustible necesario para ponerlo en marcha y, al utilizar un biocombustible, la huella de carbono se vería reducida respecto al vehículo híbrido actual. Además, no sería necesario enchufarlo a la red eléctrica, por lo que no aumentaría la demanda de electricidad, con todas sus consecuencias.
Todavía solo es una propuesta, pero en los próximos meses probablemente veremos si se materializa en un proyecto de ley o sufre algún tipo de modificación significativa.