El pasado 4 de marzo 51 millones de italianos fueron llamados a las urnas para las elecciones generales de 2018. Los resultados revelaron el riesgo que muchos analistas predecían para Italia: Un país dividido, desconfiado del sistema y frágil. A pesar de haber emergido de las tinieblas, recuperando el crecimiento económico, habiendo reparado sus bancos más frágiles e incluso controlando la crisis migratoria de Libia, el populismo anti-establishment le ha ganado a la moderación, y nuestro viejo amigo Berlusconi ha vuelto. Desafortunadamente para los candidatos, y afortunadamente para el resto, ningún partido consiguió una mayoría para gobernar, y hará falta una coalición para tomar el mando, una posibilidad que, por ahora, parece remota. El presidente Sergio Mattarella será el encargado de invitar a los partidos a formar un gobierno, pero viendo los difíciles posibles escenarios es muy probable que Italia sufra la misma incapacidad para investir a un primer ministro como España en 2016.
La fuerza más votada ha sido el Movimiento 5 Estrellas (M5S) con un 32,7% de los votos y el joven candidato Luigi Di Maio al frente, quien con 31 años es incapaz de dirigir cualquier cosa a parte de una pagina web. El partido, fundado por el comediante Beppe Grillo, pero incapacitado para gobernar por cuestiones legales, se ha posicionado más como un movimiento de protesta, y aunque resulta claro contra qué se oponen (burócratas, inmigración, globalización) tienen pocas propuestas creíbles y ninguna ideología definida. Su bastión en el sur de Italia les ha conseguido posicionarse al frente de las elecciones y como tal, indispensable para formar gobierno.
Por otro lado, tenemos la coalición centroderechista liderada por Matteo Salvini de la Liga Norte (Populismo de derecha), pero compuesta también por partidos mas moderados como Forza Italia (el partido de Silvio Berlusconi) y más extremos como los Hermanos de Italia (Conservadurismo Nacionalista). La coalición consiguió 37% de los votos, por encima de M5S y más cercana al 40% necesario para la mayoría absoluta, gracias a la nueva ley electoral. Pero este popurrí de partidos puede resultar peligroso, no podemos olvidar que después de innumerables escándalos sexuales y causas abiertas por fraude, corrupción y chantaje, Silvio Berlusconi sigue siendo su número 2. Y tanto la Liga Norte como los Hermanos de Italia son autodefinidos euroescépticos (El mismo Salvini una vez describió al Euro como un “crimen de lesa humanidad”) y antiinmigrantes.
Finalmente tenemos al titular Partido Demócrata (al frente de la coalición de centroizquierda), cuyo líder, el ex – primer ministro Matteo Renzi, se encuentra ya con un pie afuera luego de anunciar, tras la derrota, que no pactará con nadie y que es mejor convocar primarias para elegir un nuevo líder. Su partido consiguió un 22,8%, un resultado que le da al PD poder de negociación, pero afirma que se niega a pactar con “extremistas, antisistema y antieuropeos” como calificó a M5S y la Liga Norte. Resulta extraño, porque bajo el gobierno del PD Italia ha sido gestionada sensatamente, se introdujeron reformas laborales necesarias, y se supo gestionar con crisis cuando llegaron. Pero las encuestas sugieren que los votantes, cansados de años de austeridad y guerra civil del partido, se alejarán más y más.
De este modo, con estos tres partidos tan diferentes, y aparentemente incompatibles, Italia debe formar un gobierno y 4 posibles escenarios han sido destacados por analistas:
Escenario Nº1 – Pacto de izquierda: El favorito del M5S y del presidente Mattarella es un escenario donde la coalición centroizquierda, la misma quien afirmo que bajo ningún criterio pactaría con Di Maio, une fuerzas con los grillinos. El joven candidato se ve dispuesto a negociar con el PD, asi como también algunos miembros de este partido se encuentran a favor de abrir canales de dialogo, dispuestos a todo menos permitir que gobierne la derecha.
Escenario Nº2 – Gobierno de derecha: Una característica curiosa de la política italiana es que una vez elegidos, los parlamentarios pueden “cambiar de chaqueta” y pasarse a otros partidos. Se trata de una costumbre tan arraigada en Italia que está mas que aceptada entre la gente. De hecho, no menos de uno de cada tres diputados han cruzado el pasillo desde el inicio de la legislatura. Sin embargo, la coalición de Salvini y Berlusconi tendrían que convencer a unos 56 diputados de otros partidos que abandonen sus líneas y deserten al bando enemigo, una tarea desafiante.
Escenario Nº3 – Coalición antieuropea: La pesadilla de Bruselas se volvió realidad, de un día para otro, Italia pasó de ser uno de los 6 países fundadores de la Unión Europea al único en cuyos partidos anti-establishment conforman la mayoría. Si la Liga y M5S juntasen fuerzas tendrían garantía de gobernar, pero a pesar de compartir el descontento y el rechazo a las instituciones y a sus políticos, esta unión resulta casi imposible.
Escenario Nº4 – No hay pacto: Si ningún partido es capaz de formar una mayoría, Italia se vería frente a la misma situación que reinó en España durante casi un año. Si es así, Sergio Mattarella se vería forzado a convocar un gobierno ejecutivo con funciones mínimas y la misión concreta de aprobar presupuestos, mantener al país a flote y convocar nuevas elecciones. Esta situación también asusta a los propios candidatos, ya que en tiempos de crisis sus coaliciones tan cuidadosamente formadas podrían desintegrarse de cara a nuevas elecciones.
A pesar de haber recuperado cierta confianza en datos macroeconómicos fundamentales y haber por fin pasado la ola más grande, difícilmente Italia consiga un gobierno que termine de guiar el barco fuera de la tormenta. Ninguna de las opciones parece posible (ni hablar sensata) y el país se encuentra fuertemente dividido, una situación peligrosa para uno de los principales países de la UE. Y a pesar de que la inestabilidad política no es novedad en Italia, este será el gobierno Nº 65 en tan solo 70 años, estas elecciones pueden resultar decisivas porque podrían empujar a Italia un paso más lejos de Europa. Italia necesita una reforma laboral, y partidos que apuesten por una Italia fuerte, unida y europea.