La pesadilla de Julian Assange continúa y parece que va para largo. Una vez más, la justicia es derrotada y las potencias poderosas cantan victoria.
El fundador de Wikileaks lleva más de cuatro años refugiado en la embajada de Ecuador (Londres) por desafiar a Estados Unidos. La filtración de documentos clasificados, sobre todo en el ámbito militar que pone en apuros a la armada estadounidense, ha originado la venganza gubernamental y personal hacia Assange. Más de 400.000 documentos exponen todos los desastres de la guerra de Irak y Afganistán, los abusos cometidos por los soldados norteamericanos y las continuas violaciones de los derechos humanos. Tanto el tiroteo en Bagdad al periodista de Reuters, como las torturas y muertes de civiles iraquíes y afganos, hicieron mucho daño a la gran potencia. También los documentos confidenciales del Gobierno que salieron a la luz tuvieron gran repercusión en la prensa internacional. Sin embargo, las consecuencias que tuvieron que afrontar los Estados Unidos no fueron semejantes a las que tuvo que hacer frente el periodista australiano.
Wikileaks ha regenerado el periodismo reforzando su base mediante los valores fundamentales de libertad, independencia de los poderes (políticos y empresariales), lealtad a los ciudadanos y compromiso con la realidad. El principal objetivo de la plataforma es sacar la verdad a la luz. Pero, ¿a qué precio? Assange lleva sufriendo estas consecuencias desde sus inicios. Pese a dar constancia de tales atrocidades de guerra, el maltrato psicológico en la base de Guantánamo, las manipulaciones de datos, o todos los escándalos del Gobierno estadounidense, el delincuente parece ser él. En cambio, el país norteamericano sale airoso esquivando la condena y con más fuerza que nunca para intervenir en los organismos internacionales en contra de su principal enemigo: Julian Assange.
Las presiones del pentágono han sido muy eficaces, pues la acusación de abuso y violación de dos mujeres ha pesado demasiado en el expediente del australiano que está en deuda con la justicia. Hace unos días que la fiscal jefe de Suecia, Ingrid Isgren, se desplazó a la embajada de Ecuador para interrogar a Assange sobre la supuesta violación de 2010. Ante la clara negación del acto, Assange aún sin respuestas, tendrá que esperar para conocer si su situación tornará a mejor o continuará como hasta ahora.
Desgraciadamente, el ciberactivista tiene la batalla perdida, pues ha quedado más que claro que es absurdo competir con un país de tal envergadura. Estados Unidos ha conseguido revertir la situación que las filtraciones originaron en el país poniéndolo en el punto de mira, culpando a Wikileaks y a su fundador de violar el código de seguridad y privacidad en el acceso a todos los documentos clasificados. Además, la agotadora lucha desde su reclutamiento en la embajada despide sus ganas de continuar privado de libertad. Hace un año apostó su última carta a la resolución de la ONU para que dictara su sentencia de encarcelamiento o su puesta en libertad. Ante la favorable respuesta de la organización, Reino Unido y Suecia negaron rotundamente la posibilidad de liberarlo, pues lo consideran un fugitivo de la justicia, y por tanto, no dejarán que salga de su escondite hasta que no pague sus deudas en los tribunales. Además, la justicia sueca ya ha decidido en numerosas ocasiones mantener la orden de arresto al periodista para evitar la extradición a Suecia.
De todas formas, aunque Assange consiguiera escapar de esta pesadilla, los Estados Unidos no le van a dejar respirar tan fácilmente. Y qué decir de continuar filtrando documentos y de hacer pública la verdad. Lo único que podemos esperar es que el heroísmo del australiano sirva para abrir los ojos de la sociedad y despertar las cadenas de los gobiernos que emplean sus mejores armas para mentir, manipular y adoctrinar a sus ciudadanías. Ahora más que nunca es necesario un periodismo independiente y de calidad que alcance los valores que impulsó Wikileaks, y ante todo que den voz a las verdades para que se haga justicia.
Para algunos Assange es un héroe. Para otros, un fugitivo de la justicia. Pero lo que está claro es que realizó una gran labor social que abrió los ojos de millones de personas, organismos y medios de comunicación. Aunque no de los tribunales.