Acogidos al discurso “Polonia para los polacos” cada vez son más los ciudadanos polacos que se embarcan en una fila de odio a los inmigrantes. Numerosas manifestaciones recorren todos los días las calles de Varsovia, Cracovia, Breslavia o especialmente Lódź para realzar el orgullo patriótico frente a la amenaza que suponen los refugiados. Pancartas y gritos islamófobos realzan los sentimientos xenófobos de buena parte de la población.
A raíz de las pasadas elecciones de 2015 que se saldaron con la victoria holgada de Ley y Justicia, la ultraderecha se ha establecido en el país, liderada por Jaroslaw Kaczynski.
Pero el triunfo de la derecha más conservadora no es un caso aislado. En muchos países europeos, el discurso populista de la extrema derecha ha calado muy hondo.
En Grecia surgió Amanecer Dorado, un partido neonazi comandado por el expresidiario Nikos Michalolakos. El Frente Nacional de Francia con Marine Le Pen a la cabeza obtuvo un gran éxito en las pasadas elecciones regionales, así como Alternativa para Alemania al mando de Frauke Patry. Verdaderos Finlandeses, Partido Popular Danés, Demócratas Suecos, Unión Democrática Croata, o el Partido de la Libertad de Austria, son algunas de las fuerzas políticas de ultraderecha que se están asentando en Europa con gran fuerza y convicción por sus ideologías, y que amenazan la estabilidad ciudadana. Todas las formaciones coinciden con el nacionalismo exacerbado frente a los “invasores”, lo que se asemeja al retorno del siglo XIX.
Todos en contra de la inmigración, de acoger a los refugiados en sus países. Incluso han llegado a denunciar el Islam provocando en las masas populares un gran sentimiento islamófobo. También se han mostrado muy euroescépticos, pues piensan que Europa no les favorece en absoluto, sino al contrario.
Imposiciones sobre las cuotas de asilo para los refugiados, mayor tolerancia y libertad de conciencia, convivencia de religiones… Algo totalmente incompatible con sus ideologías, programas políticos y discursos populistas y propagandistas, que abrazan la xenofobia más que nunca. Algunas formaciones políticas se atreven incluso a recuperar las corrientes fascistas o nazis que condujeron a una hecatombe mundial.
En Polonia, este auge de la extrema derecha se debe, en parte, a la tradición conservadora que tiene la población en materia de religión y que el programa del PiS ampara con ahínco. Mucho que ver tuvieron también los casos de corrupción del anterior gobierno de la Plataforma Ciudadana (centro-derecha), con Bronislaw Komorowski en la presidencia, que propició la victoria del actual presidente. Sin embargo, el impulso de Ley y Justicia en las pasadas elecciones, se debió a la crisis de refugiados, a los ataques terroristas del ISIS, y a las medidas impositorias de la Unión Europea.
En las negociaciones con la UE, Polonia se comprometió muy a su pesar a dar asilo a 7.500 refugiados en sus ciudades. A raíz de los atentados de París y Bruselas, la primera ministra, Beata Szydlo, se negó a recibir a los primeros cuatrocientos inmigrantes que debían llegar a lo largo de este año.
La imagen que se está dando en el país de los refugiados es la de terroristas, vienen a desestabilizar el orden social y a amenazar la religión católica. Una mentira que encaja a la perfección en un discurso popular demagogo y racista, que está polarizando la sociedad polaca. Ven delincuentes en lugar de personas civilizadas que huyen de una guerra que les está martirizando.
Tan solo una minoría apoya a los inmigrantes que buscan la apertura del país y a los refugiados que buscan asilo tras huir forzosamente de sus hogares. Esta sección defiende la diversidad cultural, algo que no es incompatible con la tradición polaca, así como también defienden la libertad sexual y los derechos de las mujeres, que se están vulnerando desde la llegada del partido de extrema derecha.
La realidad polaca deja mucho que desear: xenofobia, racismo, islamofobia. La opinión pública sintonizada con el discurso político de Ley y Justicia que se funden en un euroescepticismo que rechaza la inmigración y levanta muros de papel frente a los enemigos. Todo esto sumido en un exacerbado nacionalismo con connotaciones de superioridad racial frente a los no occidentales, que hace que la historia se repita. Precisamente, estos factores fueron los desencadenantes del Holocausto nazi y la simultánea Guerra Mundial. Y es paradójico que estas medidas sean adoptadas por Polonia, cuando fue la moneda de cambio de la guerra, y el pueblo que más sufrió en la batalla.
Sin embargo, no todo está perdido. Recientemente, aunque de momento minorías, están empezando a despertar y luchar contra los grupos más radicales que fomentan tanto odio contra los inmigrantes.
“Solidaridad en lugar de nacionalismo, juntos en contra de las fronteras” o “Varsovia libre de racismo” son algunos lemas que están circulando por la capital y otras localidades polacas, y que parecen estar surtiendo efecto. La población está recapacitando, y aunque los niveles de xenofobia aún son muy elevados, se espera que los polacos se alejen de las ideas del gobierno, y de los falsos nacionalismos que solo llevan al rechazo, al odio y a la violencia.
“Basta de asustar a los refugiados, la solidaridad es nuestra arma”.